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De Vizcaya en general, de William Bowles (1775)

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Gracias al lacianiego Víctor Rodríguez he sabido de la existencia de un sorprendente libro del naturalista irlandés William Bowles (1705-1780), publicado en Madrid en el año 1775 con el título de "Introducción a la historia natural, y a la geografía física de España", ahora digitalizado por Google y de acceso gratuito. Entre las páginas 281 y 303 hay un capítulo titulado "De Vizcaya en general", que según me dicen los historiadores Alberto Santana y Juanjo Hidalgo es de gran valor histórico.
De Vizcaya en general

El Señorío de Vizcaya es una de las tres Provincias Vascongadas que pocos años hace establecieron una Sociedad de Artes y Ciencias, tomando por emblema tres manos unidas de buena fe [tomado de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, fundada en Azkoitia el 24 de diciembre de 1764]. Tiene su territorio de once a doce leguas de Oriente a Poniente, y como cosa de ocho de Mediodía a Norte; componiéndose todo él de montañas de varios tamaños, que dejan entre sí valles angostos, y algunas vegas que también lo son: todo lo cual ofrece un aspecto singularísimo; por cuya causa, cuando estuve en aquel País, concebí el proyecto de levantar un mapa con expresión de todos sus montes, valles y ríos; pero no pude ejecutarlo; y en su defecto, describiré ligeramente lo más notable de él, para dar una idea a los que no lo han visto.
"Vista desde Urkiola", de Darío de Regoyos (1907)

El suelo por lo general está sobre canteras, ya en peñascos sueltos, o ya en bancos o losas, descubiertas u ocultas, en unas partes de mármoles de varios colores, muy apreciables algunos, como el pardo casi negro con grandes manchas y venas blancas, cual es el de las columnas de la Capilla del Palacio de Madrid, traídas de Mañaria; en otras, de piedras calizas; y de areniscas o de amolar en otras: y en muchos parajes sobre minas de hierro, aunque la principal es la de Somorrostro, que surte a infinitas ferrerías, de las que después hablaremos.
"Yurreta", de Darío de Regoyos (1907)

Hay muchas montañas compuestas, esto es, cerros sobre cerros, como la de Gorveya [Gorbeia], para subir a la cual se gastan cinco horas, y en su cima se ve una gran llanura fértil de pastos, donde se mantienen algunos meses del año los ganados de Vizcaya y Álava. Entre las plantas que allí nacen, vi la grosella o cambronera negra (ribes) [Ribes alpinum] cuyas hojas, que huelen a pimienta, dicen son útiles para curar la gota. Los franceses la llaman cassis [Ribes nigrum; especie que no vive en la península Ibérica, confundida con Ribes alpinum], y en toda España no he visto semejante arbusto, sino es allí. Cerca de Durango hay otras sierras calizas y peladas, difíciles de subir por lo empinada que son. Serantes es otra montaña simple de figura piramidal, que está junto a la barra arenosa de Portugalete, y por descubrirse de muy lejos, sirve de guía a los navegantes para reconocer la entrada de la Ría de Bilbao. Su estructura es de haber sido volcán [es de naturaleza sedimentaria caliza, no volcánica]. Algunos la han tomado equivocadamente por la mina de hierro de Somorrostro; pero esta se halla a una legua de allí en una colina baja y ondeada, como diremos después. Hay otras montañas de a media y de a una legua de largo, coronadas de crestas o picos calizos desnudos, cuyas faldas se extienden con bastante suavidad para ser pobladas y cultivadas, como la de Villaro: y en fin, hay montañas bajas redondas, cubiertas de capas de tierra, pobladas de casería hasta la cima, y cultivadas a la moda que se expresará luego, con bosques para carbón, y dehesas para pasto.
Gorbeia

En las quebradas de estos montes se forman ríos pequeños y arroyos. Del de Gorbeya salen cuatro, que para formar la Ría de Bilbao se juntan con el río que baja de la peña de Orduña [Nervión], y con varios torrentes todos secos en verano; pero tan furiosos en tiempos de lluvia, que algunas veces ponen a Bilbao en peligro de ser sumergido, si cogen la Ría en marea alta. Yo he visto tres de estas avenidas, y en una de ellas me pareció que si hubiese durado pocas horas más, hubiera quedado destruida una de las más graciosas ciudades marítimas de Europa. El andar los barcos por las calles sucede bastantes veces [Las inundaciones de agosto de 1983El riesgo de inundación en la cuenca del río Nervión].
Daboecia cantabrica

Exceptuando las tierras que se labran, y las cumbres de los montes más elevados donde están descubiertos los peñascales, todo lo demás se halla poblado de arboledas y bosques huecos o tallares, naturales algunos, como los carrasca [Quercus ilex subsp. ilex] y madroño (que llaman borto) [Arbutus unedo] y los demás, sembrados o plantados de buen roble albar [Quercus roburEvolución de los montes públicos de Bizkaia en 127 años], que crece mucho. Donde no hay bosques, y la tierra tiene algún fondo, se crían matas impenetrables del arbusto llamado árgoma, y en Vascuence otea y otaca [Ulex europaeus subsp. europaeus y Ulex gallii subsp. gallii], y del brezo o Erica Cantabrica mirti-folio [Daboecia cantabrica] en lo más alto, donde el fondo es superficial, brezo fino [Erica vagans o/y Erica cinerea]. En las cañadas y hondonadas de los montes, y en los valles abundan los castañares injertos, cuyo fruto llevan los navíos hamburgueses para regalo de los alemanes. Los manzanos parece que están allí en su tierra nativa, pero aún en el campo, y sin cultivo, se hacen árboles hermosos. En todo el país es copiosísima la cosecha de un sin fin de especies de esta fruta, y se tiene por mejor la de Durango: aún las Renetas de dos o tres especies son comunes. Los cerezos crecen como olmos. En Gordejuela abundan los melocotones llamados Pavías, tan delicados y llenos de jugo, que cogidos en sazón, no pueden llegar a Madrid; y es notable que ni se injertan, ni se les da cultivo particular: los de Aranjuez descienden de ellos; pero nunca son tan dulces ni jugosos. Entre otras muchas peras hay cuatro especies de las fundientes (voz francesa para denotar aquellas frutas aguanosas que se funden o deshacen en la boca, disolviéndose en jugo, para distinguirlas de las fibrosas, y de las harinosas, que se conservan más tiempo, y son menos delicadas) muy regaladas, que son la manteca, la doyena (así se llaman en S. Ildefonso [Real Sitio de San Ildefonso, una de las residencia de la familia Real Española], conservándola el nombre usado en Francia, de donde se trajeron los árboles), la enguindo, y la bergamota. Hay también guindas ordinarias, y garrafales, muchas nueces, brevas, variedad de higos, y las dos especies de grosella en racimos. No produce aquel país naturalmente sangüesas [Rubus idaeus]; pero en cambio se hallan fresas [Fragaria vesca subsp. vesca] en los montes, y en algunos ribazos de heredades; y las cultivadas en Bilbao son de las más excelentes de Europa. Hay muchas y buenas legumbres y hortalizas: las cebollas son grandes y dulces: siembran muchos nabos como los de Galicia, para darlos hechos trozos a los bueyes en el invierno, y otros más pequeños y menos aguanosos para comer la gente. En cuanto a ganado, hay vacas y bueyes pequeños, pero fuertes: algunas cabras, aunque sería mejor pasar sin ellas, porque es menester gran cuidado para que no destruyan los árboles. Ovejas, es difícil criarlas, pues se enredan en los argomales y zarzales.
"Un trago de vino", de Mauricio Flores

Diremos algo de las uvas, y del vino que hace de ellas, llamado Chacolí. Para comer hay moscateles tan sabrosos como los de Frontiñan [Frontignan, en la costa mediterránea] en Francia, y albillas que tienen el grano pequeño, el hollejo delgado, y el gusto agridulce. Para Chacolí se plantan seis o siete especies de vides. No todos los parajes son a propósito para ellas; pero en los territorios de Orduña y Bilbao, y en muchos Lugares de las Encartaciones vi mediana abundancia. Ponen algunas en emparrados altos, con los cuales suelen cubrir los caminos; otras en emparrados dentro de las heredades, a una altura que deja espacio para que el dueño se pasee a la sombra, y contemple el gusto que ha de tener bebiendo su Chacolí; pero lo más común son viñas, cuyas cepas tienen tres o cuatro pies de alto. Este vino es una de las mejores rentas de los hacendados; pero como se vende por postura a precios fijos, y mientras dura su despacho, se cierra la entrada al vino forastero para las tabernas del Lugar donde se coge, no piensan más en hacer mucho, sin cuidar de la calidad, que pudiendo ser bastante bueno en su género, por lo común, es muy inferior. Vendimian antes de tiempo; y así el vino sale áspero, ácido y sin sustancia. El que se hace mejor, tiene bastante de lo que llaman agujas; pero si dejasen madurar bien la uva, a fin de que se perfeccionase su jugo, y sin mezclar la madura con la que no lo está, o con la podrida, hiciesen el vino según las reglas que usan en los países donde se ha hecho estudio fundamental de esta maniobra, fermentaría completamente, cobraría vigor, y templándose con el dulce el demasiado raspante y ácido que ahora le queda, se haría petillante (así llaman los franceses la propiedad del vino que chisporrotea o hace pompitas en el vaso, punza suavemente en la boca, y exhala un humillo aromático y agradable al olfato) y parecido al vino de Champaña [Champagne; se refiere al champán]; el cual entonces dejaría de ser único en el mundo, y solo podría pretender la preferencia de hermano mayor del Chacolí. Sería también un fenómeno raro en la Historia Natural, ver que las tierras fuertes y ferruginosas de Vizcaya producían la misma especie de vino que sueltas, blancas y calizas de Champaña. Todo el vino que produce aquel país, no basta para cuatro meses de su consumo: lo restante del año se beben vinos de la Rioja, que llegan muy mejorados. Se dice que el producto del hierro de Vizcaya se lo beben sus naturales en vino traído de fuera. Yo no sé que sea cierto; porque no teniendo más géneros de extracción que hierro y castaña, necesitan pagar con su producto el vino, algún trigo, algunas carnes, ropas, etc. y si hay vizcaínos que envían o llevan dinero, también hay caballeros, originarios de aquel país, que sacan rentas de él. Sea como fuere, me pareció que los ingleses y alemanes son sobrios en comparación de muchos vizcaínos que yo vi; y con todo eso, es cosa muy rara hallar un borracho, siendo tan comunes en otros países. Yo creo que proviene la diferencia de que en Inglaterra y Alemania comen muy poco en sus francachelas; y los vizcaínos rara vez beben sin comer bien. Hombres y mujeres almuerzan, comen, meriendan y cenan; y si no fuese por los achaques que a veces resultan de esto, vivirían ociosos los pocos médicos que hay en Vizcaya. Debo, sin embargo, advertir que los caseros y gente trabajadora no suelen tener dinero para beber vino sino los días de huelga.
"Paisaje de Hernani", de Darío de Regoyos (c. 1900)

Casi todas las montañas de aquella Provincia, la de Guipúzcoa, y parte de Álava son de greda y arcilla. Las piedras se descomponen y resuelven muy poco en tierra; y aunque abundan las calizas, y en algunas partes se benefician desde tiempo antiguo los campos con cal, se les conoce poca mudanza. Parece que convierten en su propia sustancia arcillosa la materia calcárea que se les mezcla: pues aunque la cal es el mejor ingrediente para dividir las partículas de la tierra arcillosa, que embotan las raíces de las plantas delicadas, y las dejan penetrar, y para absorber y mudar sus ácidos, y convertirlas en tierras mansas, o como dicen los labradores, para calentar las tierras, las de Vizcaya se mantienen tan tenaces que si no fuese por el trabajosísimo y extraordinario cultivo que las dan, solo producirían bosque, maleza y herbazales. Diré cómo se hace este cultivo.
Layas

Figúrese un instrumento semejante a aquellos tenedores que hay de dos puntas de hierro, hecho de dos barretillas de a media vara poco más o menos de largo, separadas paralelamente como medio pie, unidas por las cabezas formando dos ángulos rectos, con un mango de madera asegurado, no en el medio entre punta y punta como le tienen dichos tenedores, sino perpendicular a una de ellas, quedando encima un descanso o muletilla. Se juntan dos, tres o cuatro trabajadores, pues uno solo hace poca y mala labor: toma cada uno dos de dichas herramientas en las manos: puestos en fila, las clavan delante de sí, y subiéndose en pie sobre las muletillas que quedan a la parte inferior, las acaban de hincar: mueven luego las dos herramientas atrás y adelante, y separan y arrancan un gran terrón, que echan adelante volviéndole lo debajo arriba; con cuya operación siguen lo largo de la heredad. Por la zanjita que dejan formada, va un trabajador cortando las raíces gruesas y profundas de algunas hierbas. Después quebrantan los terrones con azada, y los hielos del invierno los acaban de desmoronar. Llaman laya al instrumento referido, y layar la acción de trabajar con él.
"La romería", de José Arrue (1921)

En la primavera pasan por encima de la heredad un rastro de puntas tirado con bueyes para destrozar más los terrones e igualarlos. Después pasan otro rastro, cuyos dientes rematan en unas paletas en figura de corazón, para revolverlos; y si todavía quedan terrones sueltos, los desmenuzan con un mazo de madera. Luego con azada hacen unas torcas u hoyos anchos y poco profundos en línea a distancia de dos pies uno de otro: echan en cada uno tres o cuatro granos de maíz, y algunos de calabaza, de alubia y de arveja (legumbres que en Madrid llaman judía y guisante) y llenando la torca de estiércol, la cubren con otra. Nacidas y crecidas las plantas, dan una cava a toda la heredad: cuando han subido como cosa de un pie, las aporcan: en floreciendo y espigando, las descogollan de espiga para arriba, y después de enjuto el cogollo, le guardan, por ser excelente alimento para los bueyes. Entre septiembre y octubre maduran las espigas, y cogiéndolas, cortan las cañas a flor de tierra, dejando allí las raíces, para que podridas, sirvan de abono: recogen los pajones para que el ganado coma las hojas, y después echan las cañas donde pisándolas el mismo ganado, se reduzcan a basura. Inmediatamente siembran el trigo sin más labor que la de cubrirle con el arado. Durante el invierno con una especie de azaditas largas y angostas de corten, le dan una cava ligera, que llaman sallar, para deshacer la cáscara empedernida que forma la tierra; y por mayo o junio le dan otra para quitar las muchas malas hierbas que crecen entre el trigo, y le sofocarían si omitiesen esta operación. Siegan a fin de agosto: queda la tierra en rastrojo para pasto hasta entrada del invierno, y vuelve la maniobra de layar. Este cultivo casi continuo pueden sufrir las tierras que por estar cerca de las casas participan de más abono, y las que benefician con cal. A las ligeras suelen dejarlas descansar un año: y hay algunas que por ser algo suaves y sueltas, las trabajan solo con arado más fuerte y penetrante que el de Castilla; pero en estas solamente siembran trigo. Como las tierras mansas son pocas, hacen roturas en las faldas de los montes que por tener poco fondo no suelen ser buenas para árboles grandes, y por lo común están cubiertas de arbustos espesísimos, como son el brezo y la árgoma u otaca. Para esto cercan de seto los pedazos que han de roturar. Rozan roda la superficie, levantando con azadón céspedes de cuatro dedos de fondo, en que salen enredadas las raíces de las hierbas y arbustos. Dejan secar bien los céspedes, y por julio o agosto los amontonan con la hierba hacia abajo sobre algunas ramillas de arbusto, formando figura de pirámide: dan fuego por un lado a los arbustos, luego que se han encendido ellos y la hierba, cubren con tierra desmenuzada los montones, para que se ahogue el fuego, y se tueste la tierra, al modo que se hace el carbón. Desparraman la tierra tostada, que se pone de color de ladrillo, y aran y siembra después. Los primeros tres años vienen muy fértiles cosechas de trigo; el cuarto cebada o centeno, y el quinto lino: después vuelve a enfriarse la tierra: quitan el seto; y hasta que la maleza cubre la superficie, hay muy buen pasto. Todo este ímprobo trabajo es indispensable para que poca e indócil tierra pueda mantener a muchísima gente que gusta de comer bien, y lo necesita para tan fuerte ejercicio, pues ya está averiguado que los hombres pueden trabajar a proporción de cómo se alimentan. Aun así no basta; y es necesario llevar algún trigo de Castilla, o traerle por el mar, dando siempre la preferencia al de Castilla, aunque cueste algo más, por ser sin duda mejor. También es necesario llevar algunas carnes porque un país de corta extensión todo cultivado, plantado, o cubierto de bosque y maleza, no hay donde se críe la carne suficiente. No obstante, la comen allí mejor que donde ser cría mucha, porque ceban y engordan los bueyes al pesebre antes de matarlos.

Oso

La caza sería abundante, si no hubiese tantos cazadores. Hay, sin embargo, bastantes perdices, y las codornices sobre todo son las mejores que yo he comido en España. También se hallan ánades, gaviotas y chochas en los parajes húmedos. Los matorrales están llenos de mirlos y tordos: hay muchas palomas torcaces, y otras aves de monte muy buenas: liebres, con mediana abundancia: no vi conejos campestres, ciervos, gamos ni corzos: en los bosques se halla tal cual jabalí. D. Manuel de las Casas, que fue Ministro de Marina en San Sebastián, mató en las Encartaciones, su patria, un lobo cerval muy grande. Los lobos comunes son raros, porque hay poco ganado menor, o porque estando todo el país cubierto de caserías, luego los ven, y los persiguen y matan, para lo cual son excelentes los perros lebreles que hay allí traídos de Irlanda. De cien en cien años se ve un oso, siendo tan comunes en las montañas de León y Asturias, que forman una misma cordillera con las de Vizcaya. Garduñas y raposas hay bastantes para desesperación de las mujeres, porque les comen sus gallinas.
"Los remeros", de Manuel Losada (c. 1912)

Hay muchos puertos pequeños en la costa, que es muy brava; pero los más son para embarcaciones menores. Abunda aquel de mar de peces; y se debe advertir que el pescado del Océano generalmente lleva muchas ventajas al del Mediterráneo en el gusto y la suavidad, de suerte que no es menester tener muy delicado el paladar para distinguir el besugo de Vizcaya de otro de Valencia. Yo pienso que las mareas, llevando mar adentro dos veces cada veinticuatro horas todas las inmundicias de los lugares, y otras muchas materias que cogen de las orillas, son las que engordan los pescados del Océano, y les dan el regalado gusto que tienen: y según esto, los mejores serán los que se pesquen a la desembocadura de los ríos, como la mejor anguila dicen es la que se coge al lado de un molino. Los pescados más comunes allí son la lobina, que los vizcaínos llaman trucha del mar, el rodaballo, la merluza, las cabras, los mubles, el bonito, el congrio, los chicharros, que parecen macros y no lo son, las sardinas delicadas, y tan abundantes, que a veces dan ciento por un cuarto, el salmón, las ostras, y otros géneros de testáceos.
Caserío de Ugarka (Zeanuri)

Llaman los vizcaínos repúblicas a las distintas jurisdicciones de su provincia, las cuales, a excepción de una ciudad y pocas villas, se componen de barriadas dispersas y casas solitarias que se han situado según la comodidad de los terrenos y de las aguas. Todas estas casas tienen suelo bajo, principal, y desvanes: el bajo, para caballerías, bodegas, y guardar los instrumentos de la labor: el principal, para vivir; y los desvanes, para guardar granos o frutas. Los suelos, por lo común, son de madera. Todas las casas tienen horno, huerta, manzanal, y otros árboles frutales alrededor, y muchas, sus tierras labrantías, castañal, y monte. Da gran gusto ir por los caminos reales, viendo siempre casas a un lado y a otro, de forma que desde Orduña a Bilbao, que hay como cosa de seis leguas, parece una sola población un poco interrumpida. En lo antiguo hacían de madera las casas regulares desde el piso del cuarto principal arriba; pero de mucho tiempo a esta parte las que se van renovando o haciendo de planta, todas son de piedra. No vi una casa caída ni abandonada; pero sí muchas nuevas, algunas de ellas grandes y bien construidas: de que se deduce, que aunque la población de aquella tierra parece que se puede aumentar por estar ya casi todo el terreno aprovechado, mientras no se introduzcan, como se debiera, algunos ramos nuevos de industria, crece cada día, sin embargo de los muchos hombres que salen de allí para no volver. Aunque también salen algunas mujeres, no son tantas, ni con mucho; y quedándose allí pocas sin casar, se puede inferir que nacen más hombres que mujeres. Esta población dispersa es la más antigua del país; y puede presumirse que en los tiempos primitivos también sería así la de toda España, a excepción de pocas ciudades cabezas de provincia o de tribu: pues siendo sus habitantes agricultores y pastores, era imposible que su número fuese tan grande como algunos cuentan, viviendo reunidos en lugarones. Lo que no tiene duda es que aquel país debe a esta forma de población dispersa el que en terreno tan corto y tan ingrato se pueda mantener tanta gente. La mayor parte de estas casas y sus pertenencias se habita y cultiva por sus mismos dueños, que llaman Echejaunas, esto es, señores de casas, cuyas familias las han poseído desde tiempo inmemorial, y es verosímil las posean sus sucesores, porque es cosa muy mal vista enajenar la casa y hacienda de sus antepasados. Las que pertenecen a personas ricas, andan en arrendamiento: y como, por lo regular, tienen las heredades casi a la puerta, todo lo cultivan, todo lo plantan, o lo utilizan de alguna manera. En el centro de cada república está ordinariamente la parroquia: y donde la jurisdicción es muy extendida, hay anexas para más comodidad de los vecinos, algunos de los cuales acuden a ellas con malo y buen tiempo desde distancias increíbles. La antigüedad de unas y otras se infiere de sus advocaciones, que son a Santa María, San Juan, los Apóstoles y Santos de la primitiva Iglesia. Sus beneficios deben ser razonables, pues los clérigos se mantienen con buen porte y decoro.

Caserío de Urkuleta (Mañaria)

Así Vizcaya, como las otras dos provincias, y las montañas de Burgos, están llenas de aquellas casas que llaman solares, dignas de mucha consideración por su antigüedad y circunstancias. Regularmente son unos edificios con sus torres cuadradas, sencillas y fuertes; aunque en muchos ya no existen las torres, porque se demolieron en tiempo de los bandos de aquel país; y en otros se han renovado los edificios para comodidad de la habitación. A los dueños de estos solares llaman parientes mayores, y todos los que descienden, o presumen descender de ellos, los respetan como a cabezas de sus linajes. Algunos son conocidamente tan antiguos, que se pueden reputar por anteriores al establecimiento del cristianismo en aquel país; pues las familias poseedoras de ellos fundaron las iglesias, tienen su patronato, y perciben los diezmos desde tiempo que ya era inmemorial cuatro siglos hace. Otros, aunque no gozan patronatos, son de igual consideración: y hay muchísimos, que sin embargo de estar reducidos a muy cortas posesiones que cultivan sus mismos dueños, no quieren ceder a los demás en nobleza, diciendo que aunque una familia sea más rica, y por consecuencia más ilustrada, todas son iguales en el honor de descender de los antiguos pobladores. Del nombre de las mismas casas provienen los apellidos, anteriores sin duda en aquellos países al establecimiento del blasón, y aún al de los archivos y escrituras, en cuya custodia no se ponía gran cuidado antiguamente, ni eran necesarias para probar la nobleza, bastando la posesión actual de una de dichas casas, o la tradición constante de descender de ellas. En efecto, de ellas han salido en todas edades sujetos que en varias carreras han ilustrado sus nombres, y han fundado casas, unas más, y otras menos poderosas y distinguidas en lo restante de España; y mientras sus parientes, que quedaron en el país, continúan en vivir honradamente con la poca o mucha hacienda que heredaron de sus abuelos, y en criar sus hijos con cierta educación varonil, digna de los siglos heroicos. Las hijas particularmente se crían allí de un modo bien distinto del que se usa en los países donde el lujo ha corrompido las costumbres. Aún las más principales y de mayores conveniencias se glorían de hacer con perfección todas las labores y haciendas necesarias en una casa, sin que se desdeñen de lavar la ropa, de amasar el pan o el maíz, ni de guisar los manjares que ha de comer la familia. Recorriendo aquellos países, me parecía haberme trasladado al siglo y a las costumbres que describe Homero: y que busque la sencillez, la robustez, y la verdadera alegría, las hallará en aquellas montañas, y conocerá que si, por lo general, sus habitadores no son los más opulentos, son esencialmente los más felices, los más amantes del país, y los que viven menos sometidos a los poderosos. En Vizcaya admiré la consideración y especie de igualdad con que los más principales y hacendados tratan a sus vecinos; y necesitan ejecutarlo así, pues aquellos naturales, por temperamento y por educación, tienen cierta especie de altivez y de independencia, que no les permite aquella sumisión a los ricos que se usa en otras partes. De esto proviene, sin duda, que allí no tiene lugar el perjudicialísimo proverbio de que la pobreza no es vileza. Se juzga afrentado el que públicamente llega a pedir limosna, y aunque abundan los mendigos, porque las mujeres son muy caritativas, rarísimo hay que no sea forastero.
"Fiesta popular" de José Arrue (1926)

El traje de los hombres y mujeres en los lugares reunidos de Vizcaya y Guipúzcoa es comúnmente el de Castilla; pero en la población dispersa los labradores usan el antiguo del país, que se parece algo al de los catalanes. Se compone de calzones holgados y un poco largos, un ajustador encarnado con solapa, hongarina o gambeto largo y ancho, montera de invierno, y en verano a veces sombrero de tres picos; el calzado, particularmente en invierno, abarcas hechas con prolija curiosidad, y muy propias para un país montuoso, donde llueve mucho, y es el terreno resbaladizo. Siempre que salen de casa, como no sea para ir a trabajar a sus heredades, llevan un palo una cuarta más alto que su cabeza, el cual, además de servirles para saltar los arroyos y quebradas, es en sus manos un arma terrible, pues tomándole por el medio con ambas separadas a cierta distancia, saben jugarle de modo que no temen al mejor espadachín. En el invierno suelen llevar capa; y continuamente la pipa en la boca, tanto por gusto, como porque se persuaden que el humo del tabaco les aprovecha contra las humedades del país. Todo esto, unido a ser hombres robustos y ligeros, les da un aire de vigor, que pudiera llamarse ferocidad, si realmente no fuesen, como los son, alegres, afables, sociables y quietos, cuando no se les da motivo para entrar en cólera. El traje de las mujeres es semejante al de Castilla. Las casadas se tocan con un pañuelo de lienzo o muselina que anudan en lo alto de la cabeza, cayendo las puntas atrás. Las solteras van en cabello trenzado. Son varoniles y altivas, y trabajan en el campo como los hombres. La lengua que comúnmente se habla en el Señorío, en Guipúzcoa, y en mucha parte de Álava, es la vascuence, que sin duda es original, y tan antigua como la población de aquel país. Al oído suena muy dulce, y los que la entienden, aseguran que es muy expresiva.
"Irún por la mañana", de Darío de Regoyos (1901)

Todas las gentes montañesas tienen grande amor a su patria; y sin duda consiste en que, por la división de las haciendas, poseen en ella algunas raíces; pero los vascongados se singularizan en este particular, teniendo a su tierra por la más apreciable del mundo, y por solar de una nación descendiente de los aborígenes españoles. Este concepto es utilísimo al país, pues los induce a pensar y ejecutar cosas que parecen superiores a las fuerzas de un territorio reducido, donde la agricultura es de corto producto, y hay pocos ramos de industria. Buena prueba de esto son los magníficos caminos que para comodidad de los viajantes y del comercio acaban de construir, el Señorío desde Castilla a Bilbao, y las provincias de Álava y Guipúzcoa, cada una en su jurisdicción, desde Castilla al confín de Francia.
"Pescadores de Bermeo", de Aurelio Arteta

Las costumbres y usos de los vizcaínos e irlandeses tienen tanta conformidad entre sí, que dan mucho peso a la opinión que hace descender las dos naciones de un mismo origen. Los hombres y mujeres de Vizcaya gustan infinito de sus romerías, a las cuales les concurren en tropas desde grandes distancias, merendando alegremente, y bailando su carricadanza es el campo bajo los árboles al son del tamboril hasta rendirse: los irlandeses hacen lo mismo en sus ferias y fiestas de sus patronos. Los guizones de Vizcaya, y los Boulums-Keighs de Irlanda se apalean por competencias leves en dichas funciones, sin que resulte rencor, ni otra mala consecuencia, y sin que jamás se vea que echan mano de puñal, ni de arma corta. Si se rompen la cabeza, se curan en un instante; pero las llagas de las piernas son obstinadas, como en todo país húmedo y cercano al mar. En uno y otro pueblo son las gentes coléricas: la menor cosa las irrita, y no pueden sufrir la más pequeña afrenta. El chacolí al vizcaíno, y el Scheebeene-biere al irlandés, los hace furiosos y temibles. Por tierra y por mar no respiran sino asalto y abordaje: los primeros se reputan por los mejores marineros de España; y los segundos, de la Gran Bretaña, porque además del valor, ningunos otros sufren tanto la hambre, el frío y el calor.
"Romería vasca", de José Arrue (1921)

Las familias del pueblo de Irlanda comen en un mismo plato con los dedos sin tenedor, y viven entre el humo. Los antiguos brogues son las abarcas de los vizcaínos. El irlandés lleva capa y cabello largo: sus mujeres se tocan con una sabanilla o kerchief de lienzo blanco, visten guardapiés rojos: van muchas con los pies descalzos, llevan sobre la cabeza cualquier peso, y trabajan tanto o más que los hombres; en todo lo cual se parecen a las vizcaínas.
"San Sebastian beach", de Darío de Regoyos (1893)

En Francia dicen que las solteras deben ser escrupulosamente castas, y que el honor de un marido no depende de los caprichos de su mujer. La irlandesa y vizcaína, al contrario, guardan inviolablemente la fe conyugal, y se ofenden solo de que las soliciten, respondiendo por toda negativa: soy casada. Tantas conformidades constituyen un testimonio nada equívoco de la unidad de origen de estas dos naciones; y no se puede negar que, sea por esta tradición, por las costumbres, o por la religión, los irlandeses siempre han profesado gran amor a la nación española.

Pinus nigra subsp. laricio

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Pinus nigra subsp. laricio es una subespecie endémica de la isla de Córcega que en el País Vasco fue principalmente empleada en plantaciones forestales en las décadas de 1960 y 1970. Su tronco es más recto que el de la subespecie salzmanii, endémica de la península Ibérica y el sureste de Francia. Cuando se plantaron se pagaban a buen precio sus troncos para postes de telefonía. Más tarde comenzaron a usarse postes de hormigón y en la actualidad su madera se paga al precio de la del pino de Monterrey (Pinus radiata), aunque se turno es de 60-70 años, en lugar de los 35 del pino de Monterrey. 
En general se plantó en zonas de montaña por encima de los 500 metros de altitud. Según el inventario forestal de 2010 de Bizkaia hay plantadas 3.210 hectáreas, el 86,7% en terreno público. De ellas, 93 hectáreas en Orduña, el 99,9% en terreno público. En el año 1974 el ICONA destruyó el dolmen del Alto de las Campas, en Orduña, durante los trabajos forestales para la plantación de pino laricio cuyas fotografías acompañan este texto, tomadas allí el 15 de febrero de 2018. Según el inventario forestal de 2010 de Álava hay 3.527 hectáreas, el 83,3% en terreno público. De ellas, 34 en Amurrio, el 94,4% en terreno público y 22 en Ayala, el 98,0% en terreno público.
A diferencia del pino de Monterrey, sus acículas se agrupan por pares, las piñas son más grandes que las del pino silvestre (Pinus sylvestris) y las acículas son flexibles, a diferencia de las del pino marítimo (Pinus pinaster), que son los pinos empleados en las plantaciones forestales de Euskadi.
Las ramas nacen en verticilos en troncos extremadamente rectos y la corteza es de color gris.

Chamaecyparis lawsoniana

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Chamaecyparis lawsoniana, es endémico del sudoeste de Oregón y el extremo noroeste de California, donde se le conoce como ciprés de Port Oxford y ocupa unas 57.000 hectáreas de forma natural desde el nivel del mar hasta los 1.500 metros de altitud en valles de áreas montañosas, frecuentemente en los bordes de los arroyos. Tiene un característico olor a jengibre y es capaz de vivir sobre suelos ricos en metales pesados. En EEUU su madera se usa para hacer flechas por su grano extremadamente fino. En su hábitat natural está amenazado por el hongo Phytophthora lateralis, encontrado en Francia en el año 2010. 
En el País Vasco el ciprés de Lawson fue empleado en plantaciones forestales sobre suelos pobres y con tendencia al encharcamiento en zonas de montaña por encima de 500 metros de altitud, sobre todo en las décadas de 1960 y 1970, cuando se plantó en altas densidades, lo que, pasado el tiempo, las ha convertido en plantaciones casi impenetrables. En Bizkaia se ha detectado el hongo Lepteutypa cupresi (=Seiridium unicorne), que resulta letal para el ciprés de Lawson.
Según el inventario forestal de 2010 de Bizkaia hay plantadas 1.853 hectáreas, el 55,37% en terreno público. De ellas, 26 hectáreas en Orduña, el 100% en terreno público, donde tomé estas fotografías el 15 de febrero de 2018. Según el inventario forestal de 2010 de Álava hay 700 hectáreas, el 76,7% en terreno público. De ellas, 15 en Amurrio, el 11,7% en terreno público y 1 en Ayala, en terreno privado.
Su madera se utilizó en la construcción de tejados, pero los cambios de temperatura hace que las tablas se rajen. En la actualidad su madera se paga al precio de la del Pino de Monterrey, a pesar de que su turno de corta es del doble de tiempo: 60 o 70 años frente a los 35 de este último.
A diferencia de otros cipreses, el de Lawson tiene ramitas comprimidas, dispuestas en un plano y estróbilos muy pequeños, de menos de un centímetro de diámetro.

La rápida expansión del Visón americano amenaza la supervivencia del Visón europeo en España

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Visón europeo

Madis Põdra y Asunción Gómez publicaron en el año 2018 el artículo "Rapid expansion of the American mink poses a serious to the European mink in Spain" en la revista Mammalia, cuyo resumen puede traducirse así: "El visón americano (Neovison vison) se introdujo en Europa para la producción de pieles en la década de 1920 y se formaron poblaciones silvestres debido a escapes o liberaciones intencionadas a partir de entonces. Hoy en día la especie está ampliamente distribuida en gran parte del continente, y se considera la principal causa de extinción del visón europeo (Mustela lutreola). En España, las primeras poblaciones de visón americano se formaron en la década de 1980 y desde entonces se ha observado una expansión continua en su distribución. Describimos el proceso de expansión del visón americano sobre la base de la información bibliográfica, poniendo especial atención en la creciente superposición de su distribución con la del visón europeo, en peligro de extinción en Europa. En los 27 años transcurridos entre 1985 y 2012 el área de distribución del visón americano aumentó en 17 veces en España, con un promedio de incremento anual del 16,5%. En el año 2012 una cuarta parte de España continental estaba ocupada por el visón americano y su presencia se confirmó en un tercio del área de distribución del visón europeo". En las últimas frases del artículo citado, los especialistas dicen que la situación del visón europeo ha empeorado drásticamente en el área colonizada por el visón americano y que teniendo en cuenta la tasa actual de expansión de la distribución del visón americano, predicen que ocupará la mayor parte de la del visón europeo en España en los próximos 10-20 años. Que eso significaría la extinción del visón europeo en España, por lo que, para detener este proceso devastador, se necesitan medidas de conservación más efectivas, particularmente en las técnicas de captura y planificación de acciones de conservación entre los organismos competentes de las diferentes comunidades autonómicas.
En esta fotografía una de las trampas empleadas en los descastes de visón americano dentro del programa Life Lutreola Spain, que se desarrolla entre los años 2014 y 2018 en el País Vasco, La Rioja, Aragón y la Comunidad Valenciana, cuyos objetivos generales son:
  • La erradicación de los núcleos de visón americano dentro del área de distribución y zonas de riesgo del visón europeo.
  • El aumento de las viabilidad de la población salvaje de visón europeo mediante el refuerzo poblacional y la formación de nuevos núcleos.
  • Y la creación de unas más eficaz red de seguimiento para evaluar la situación de ambas especies de visones.

Milano real, dormidero invernal en Orduña

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En el año 2010 todos o la mayoría de los ejemplares invernantes de Milano real (Milvus milvus) en Sierra Sálvada se concentraban en un bosquete cerca de Unzá, municipio de Urkabustaiz (Álava). Al parecer una señora que vivía en dicho pueblo, ya fallecida, suministraba asiduamente restos de ganado ovino procedentes de la explotación ganadera de su familia. En la actualidad esa población invernante en número similar se reparte en varios dormideros menores.
En el invierno de 2017-2018 se ha formado un dormidero invernal dentro del municipio de Orduña (Bizkaia), donde fotografié y conté 36 ejemplares el 12 de febrero de 2018.

Recomendaciones del Parlamento Europeo para la protección del Lobo

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El Parlamento Europeo en el mes de febrero de 2018 ha dado a conocer un estudio que ha solicitado para la protección de cuatro grandes carnívoros europeos con el título de Large Carnivore Management Plans of Protection: Best Practices in EU Member States. Las recomendaciones para la protección del Lobo son las siguientes:
  • La gestión letal, mediante sacrificio o/y caza, no ha demostrado ninguna eficacia para mitigar las pérdidas provocadas por los lobos, a menos que la población se reduzca a niveles que no son compatibles con el mandato de la Directiva de Hábitats.
  • La adopción de medidas preventivas y la voluntad de cambiar los hábitos pecuarios contraproducentes parecen ser cruciales para lograr la tolerancia social y la coexistencia con los lobos, incluso cuando se están llevando a cabo otras medidas de gestión, como los programas de compensación. Además, los programas de compensación deberían integrarse con medidas preventivas para ser eficientes. También está claro que se debe ayudar a los ganaderos a aplicar estas medidas correctamente, especialmente en áreas donde los lobos han estado ausentes durante un cierto período de tiempo.
  • La difusión de las mejores prácticas preventivas y el intercambio de experiencias entre los agricultores debe ser alentada por las autoridades nacionales, las instituciones y las ONG. La tolerancia social hacia los lobos se ha argumentado como un aspecto clave para la conservación de esta especie. No obstante, se han desarrollado pocas investigaciones en Europa para investigar a fondo las actitudes humanas hacia los lobos en comparación con los estudios sobre la ecología y el comportamiento de la especie. Por lo tanto, se debe implementar una investigación específica a nivel europeo para investigar las actitudes del público hacia los lobos con respecto al uso de medidas preventivas, gestión letal y programas de compensación.
  • Varios estudios han subrayado la importancia de la disponibilidad de presas silvestres para reducir los ataques de ganado. De hecho, la gran escasez de presas silvestres a menudo se ha destacado como un factor importante que puede aumentar la predación del ganado por parte del lobo. Por lo tanto, se recomienda que una cantidad significativa y diversa de grandes presas silvestres esté disponible donde los lobos estén presentes. En aquellos países donde las presas silvestres se encuentren en bajas densidades, es aconsejable un programa de reintroducción bien planificado.

Buitre leonado, número de parejas que iniciaron la reproducción en la colonia de Tertanga 2009-2018

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Con este ya son 10 los años que he censado el número de parejas de Buitre leonado (Gyps fulvus) que iniciaron la reproducción en la colonia de Tertanga, la más numerosa de Sierra Sálvada, entre la cima del monte Txarlazo y el puerto de Orduña, municipio de Amurrio (Álava). El invierno de 2017-2018 ha sido bastante adverso para su nidificación. Viendo la gráfica da la impresión de que el número de parejas ha quedado más o menos estabilizado, con ligera tendencia a su disminución y lejos de los aumentos que registramos aquí antes de la enfermedad de las vacas locas.

Pinus radiata

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Pinus radiata es una especie endémica de California (EEUU) y de dos islas de Baja California (México). De forma natural vive en unas 6.000 hectáreas en 3 localidades de la costa central de California: 4.800 ha en la península de Monterrey, 1.000 al sur del pueblo de Cambria y 200 en el Pico Creek. En las islas mexicanas de Guadalupe y Cedros hay sendas poblaciones de la subespecie binata, en peligro de extinción.
Las plantaciones forestales de pino radiata en Bizkaia han generado grandes beneficios entre los propietarios durante el siglo XX. Su precio alcanzó su máximo en 1999-2000, con unos 60 euros por metro cúbico de media y un precio máximo que llegó a superar los 120 euros. La llegada de madera más barata desde Chile hizo bajar bruscamente su precio y hacia el año 2010 su precio rondaba la mitad del precio que se alcanzaba 10 años antes. En los últimos años en el País Vasco se produce menos de un millón de metros cúbicos anuales y se importa de Chile un equivalente de unos 250.000 metros cúbicos de madera aserrada.
En general se plantó en zonas por debajo de los 600 metros de altitud. Según el inventario forestal de 2016 de Bizkaia hay plantadas 67.429 hectáreas, el 16,0% en terreno público, mientras que en el inventario forestal de 1996 eran 79.726 hectáreas. Es decir, ha disminuido el 15,42% en 20 años. Según el inventario forestal de 2016 en Orduña hay 139 hectáreas, el 94,8% en terreno público. En el mismo período los eucaliptos han pasado de ocupar 10.191 a 16.892 hectáreas, lo que equivale a un aumento del 65,75%. Según el inventario forestal de 2016 de Álava hay 13.492 hectáreas, el 34,6% en terreno público, de ellas en Amurrio 2.778 hectáreas, el 49,9% en terreno público, y en Ayala 3.250 hectáreas, el 26,6% en terreno público.
A diferencia del resto de especies, el pino de Monterrey presenta acículas agrupadas por tríos, aunque también por pares como el resto de las especies.
Sus piñas son grandes.
Como particularidad de esta especie de pino, parte de las piñas se encuentran sobre la corteza de los troncos.
La corteza es de color pardo. Tomé estas fotografías cerca de Ripa, municipio de Orduña (Bizkaia) el 6 de marzo de 2018.

Vía romana de Flaviobriga a Vxama Barca

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Desde que las tropas romanas desembarcaron en Ampurias en el 218 a. C., con el propósito de impedir el abastecimiento de los cartagineses encabezados por Aníbal durante la segunda guerra púnica, hasta el 19 a. C., cuando terminaron las guerras cántabras, pasaron dos siglos. Desde entonces los romanos dominaron Hispania hasta principios del siglo V. En ese período construyeron un gran número de vías o calzadas romanas en Hispania. Una de ellas, de 115 kilómetros, unía Flaviobriga (Castro Urdiales) y Vxama Barca (Osma), cruzando de oeste a este el Valle de Losa (Burgos), al sur de Sierra Sálvada. Los romanos dejaron aquí muchos indicios de su actividad y de ello hemos hablado en:
Isaac Moreno Gallo, autor de la web www.viasromanas.net, explica que solo un corto tramo junto al pueblo de San Llorente y otro más hacia el oeste están bien conservados a su paso por el Valle de Losa.
Tomé estas fotografías entre Aostri de Losa y Hozalla, en un camino que discurre por donde lo hizo esta vía romana, en el límite entre la Junta de Villalba de Losa y la del Valle de Losa (Burgos), el 15 de marzo de 2018.
La vía romana de Flaviobriga (Castro Urdiales) a Vxama Barca (Osma).

Los vascos y la caza de ballenas

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Los vascos fueron los primeros en cazar ballenas para luego vender sus productos, y dominaron su comercio durante cinco siglos, cazándolas en los rincones más alejados del Atlántico Norte e incluso llegando al Atlántico Sur. El explorador francés Samuel de Champlain, al escribir sobre la caza de ballenas en Terranova, los describió como "los hombres más inteligentes en esta pesca". A principios del siglo XVII, otros países comenzaron la caza comercial de ballenas, asesorados por balleneros vascos "porque eran entonces los únicos que entendían la caza de ballenas" según el explorador inglés Jonas Poole. La caza de ballenas alcanzó su máximo de capturas entre finales del siglo XVI y principios del XVII. Los balleneros vascos con el nombre de "ballena" se referían a la Ballena Franca del Atlántico o Ballena Vasca (Eubalaena glacialis), cuyo cuerpo flotaba después de muerta. En cambio, llamaban  "trompa" al Cachalote común (Physeter macrocephalus) y "jibarte" a los rorcuales (Balaenoptera spp.). Estos últimos, dependiendo de la proporción de grasa de cada ejemplar, muchas veces se hundían una vez muertos. En el siglo XIX la Ballena Franca del Atlántico quedó casi extinta. En la fotografía la última ballena cazada en el País Vasco, de 12 metros de longitud, capturada e1 14 de mayo de 1901 en Orio, cuando cinco chalupas con 55 hombres al mando de Gregorio Manterola, Manuel Loidi, Eustaquio Atxaga, Manuel Olaizola y Cesáreo Uranga la cazaron empleando viejos arpones y dinamita, un evento reflejado en un poema popularizado por el cantautor Benito Lertxundi. En San Sebastián se fletaron trenes especiales para ir a verla.
Rafael González Echegaray en su libro "Balleneros cántabros", publicado por la Caja de Ahorros de Santander en 1978, recogió del cartulario de Santa María del Puerto de Santoña la referencia más antigua de la caza de ballenas en la costa Cantábrica, conservado en el Archivo Histórico Nacional. En el documento, del 10 de junio de 1190, Ferraro Alfonso, Señor del Puerto, ruega al Prior de Nájera, Duranio, que restituya a los clérigos del Puerto las primicias del pescado, exceptuando las de ballena. El texto traducido del latín dice así: “Yo Durannio, prior de Nájera…compadeciéndome de la penuria de los pobres clérigos de Puerto (de Santoña), restituyo las primicias del pescado a todos los clérigos, excepto las de la ballena, para que las posean para siempre con derecho hereditario”. En el año 1150 el rey Sancho el Sabio de Navarra otorgó a San Sebastián en su Fuero el privilegio de cobrar por la "carga de boquinas (barbas de ballenas) 2 denarios", confirmado más tarde por Alfonso VIII de Castilla, rey que en 1203 otorgó a Hondarribia los mismos privilegios que disfrutaba San Sebastián. En 1204 estos privilegios se extendieron a Mutriku y Getaria, y en 1210 a San Vicente de la Barquera (Cantabria). En 1220 el rey firmó un documento por el que reservaba para la Corona la primera ballena que capturaran en Getaria cada temporada. En la fotografía el esqueleto de la penúltima Ballena Franca del Atlántico cazada en la costa vasca, expuesta en el Aquarium donostiarra y capturada el 11 de febrero de 1878, cuando varios barcos partieron de Getaria y Zarautz junto con uno de Orio. La ballena fue arponeada desde una embarcación de Getaria, pero en la línea costera de Zarautz. El desacuerdo originó un pleito judicial, por lo que su cuerpo fue remolcado hasta San Sebastián, pero se pudrió antes de que hubiera una decisión al respecto.
En el siglo XI abundaban las ballenas en las costas cantábricas y la lengua asada se consideraba entonces un plato delicado. José María Unsain en "Balleneros vascos. Imágenes y vestigios de una historia singular", publicado por el donostiarra Museo Naval/Untzi Museoa, explica que en Normandía cazaban ballenas ya en el siglo IX y que se conserva un documento fechado en 1059 por el que Baiona obtiene la concesión del privilegio de la venta de carne de ballena. Inicialmente las cazaron en las aguas costeras del Golfo de Vizcaya y hasta las costas de Irlanda y, más tarde, con el apoyo de la Corona de Castilla, fueron los primeros en hacer de la caza de ballenas una actividad organizada a gran escala y no limitada al propio espacio litoral, extendiéndola primero al resto de la costa Cantábrica. La caza de ballenas se extendió a Asturias hacia 1232 y en el mismo siglo también a Galicia, donde pagaron derechos de arrendamiento por su actividad, ya que los gallegos no cazaron ballenas hasta el siglo XVI. La temporada de caza en el Golfo de Vizcaya comenzaba en los meses de octubre y noviembre frente a la costa vasca, más tarde, en diciembre y enero se desplazaban hacia alta mar y hacia el oeste, hasta llegar a las costas de Galicia en los meses de abril y mayo.
El sello concejil de Hondarribia, del año 1297 y conservado en el parisino Museo del Louvre, es la representación más antigua de la caza de ballenas. En la fotografía se aprecia una chalupa con cuatro marineros que arponean una ballena, con la inscripción orlada "SIGILL D-FONTE ARRA BIA". Del mismo año es el sello de Bermeo, que también tiene una ballena y una chalupa. Como se aprecia en esta imagen, son dos los arpones que se lanzaban a la ballena. Uno iba unido a una cuerda muy larga atada a la chalupa y el otro con una cuerda mucho más corta y unida a una pieza de madera que hacía de boya y que impedía que la ballena se sumergiera hacia el fondo, con el riesgo que eso implicaría para la chalupa y sus tripulantes.
La Corona de Castilla respaldó la caza ballenera desde los puertos del Cantábrico y obtuvo también sus beneficios, al igual que los ayuntamientos y la Iglesia. Dotó a las villas de una serie de ordenanzas que afectaron a la actividad ballenera. En el año 1237 el rey Fernando III estableció que los balleneros de Mutriku cedieran una pieza de sus capturas a la Órden de Santiago, y en una orden real fechada en Burgos el 28 de septiembre de 1237 se lee que "de acuerdo con la costumbre, el Rey debe tener una porción de cada ballena, a lo largo de la columna vertebral, de la cabeza a la cola" como tributo de los de Zarautz y Luanco (Asturias). En la confirmación del fuero de Getaria (1255) por parte del rey Alfonso X se recuerda a los moradores de dicha villa que los beneficios obtenidos de la primera ballena de cada temporada eran para el Rey, aunque a cambio les dejaba libres del pago de aranceles en los caminos de los reinos de León y Castilla, a excepción del paso por las poblaciones de Toledo, Sevilla y Murcia. Dicha obligación y beneficios fueron confirmados por los reyes Fernando IV (1302), Alfonso XI (1319) y Pedro I (1351). En la imagen la caza de una Ballena Franca del Atlántico con su cría en la desembocadura del Urumea en un cuadro de finales del siglo XIX, según una lámina publicada en el libro de Mariano de la Paz Graells, Las ballenas en las costas oceánicas de España, editado en 1889; las ballenas según el pie de lámina son copiadas del escudo de armas de la casa consistorial de Lekeitio.
En la década de 1540, cuando los vascos españoles comenzaron a enviar expediciones de caza de ballenas a Terranova, las empresas ya no eran experimentales sino un "éxito financiero rotundo desde sus inicios". A finales de la década estaban entregando grandes cargas de aceite de ballena a Bristol, Londres y Flandes. Existía un gran mercado para "lumera", como se llamaba el aceite de ballena utilizado para la iluminación. También se utilizó "grasa de ballena" (mezclándolo con alquitrán y estopa) para calafatear barcos, así como en la industria textil. Ambroise Paré (1510-90), que visitó Bayona cuando el rey Carlos IX (1560-74) estuvo allí en 1564, dijo que usaban las barbas para "hacer farthingales [faldas de aro], corsés, mangos de cuchillos y muchas otras cosas". El Alegato de la Provincia de Guipúzcoa del año 1581 contra algunas medidas que perjudicaban su comercio constituye, en este sentido, un testimonio inequívoco: "...la dicha provinçia esta prinçipalmente fundada sobre ferrerias de labrar fierro y azero y en la navegaçion de Terranoba a pesca de bacallaos y grasas de ballena...". En 1583 el Licenciado Cristóbal López de Zandategui escribió: “...provee (Guipúzcoa) de grasa la mayor parte de España, Francia, Flandes, Inglaterra”. En la fotografía una representación de la caza de ballenas en un dintel de la calle Azara, Zarautz.
El comercio de aceite de ballena, "sain", alcanzó tal importancia económica en las villas marineras que las ballenas o escenas de su caza acabaron representadas en sus sellos y escudos de armas. De oeste a este la ballena forma parte del escudo de Castro Urdiales (Cantabria), Bermeo, Lekeitio y Ondarroa (Bizkaia), Mutriku, Getaria, Zarautz y Hondarribia (Gipuzkoa) y Hendaia, Getaria y Biarritz (País Vasco francés), pero fueron hasta 49 los puertos balleneros desde Finisterre hasta el País Vasco francés. En el año 1521 España aprobó una ley que prohibía que los franceses las cazaran frente a la costa española y en 1619 otra ley prohibió la venta de productos balleneros extranjeros en los mercados españoles. Según Nicolás de Soraluce Zubizarreta en su libro "Memoria acerca del origen y curso de las pescas y pesquerías de ballenas y de bacalaos", publicado en 1878, en el año 1625 la Compañía de Ballenas de San Sebastián contaba con una flota de 41 buques balleneros con 24 chalupas y 1.475 hombres. La principal víctima fue la Ballena Franca del Atlántico, que los vascos llamaron "sarde", cazada entre los meses de octubre y marzo, con un máximo de capturas en enero, coincidiendo con la época de los partos de las hembras. Las aguas costeras del Golfo de Vizcaya fueron zona de cría, mientras que las de alimentación se encontraban mucho más al norte, tal y como sucede en la costa norteamericana con la población superviviente de esta especie. 
El soplo de las ballenas era visto por vigías contratados a tiempo completo desde torres de piedra conocidas como vigías o atalayas, situadas en promontorios costeros con vistas al puerto, donde residían durante toda la temporada de caza. Se exigía que el atalayero fuese persona de toda satisfacción. Su sueldo se abonaba en dos partes: la primera mitad al instalarse en el puesto y la segunda finalizada la temporada. Cuando el vigía avistaba el soplo de una ballena avisaba quemando un poco de paja, golpeando un tambor, tocando una campana o agitando una bandera. Entonces partían a remo las chalupas para su caza mediante arpones sujetos a estachas o cuerdas hechas con cáñamo. Javier Castro Montoya publicó en el año 2013 el artículo "Una noticia sobre el transporte de grasa de ballena desde Mutriku a Calahorra en 1565" en el volumen 18 de la revista Kalalorikos, donde se da noticia del hallazgo de un documento donde se concierta llevar 690 kilos de aceite o grasa de ballena (saín) hasta Calahorra para venderlos y con el importe obtenido comprar allí mismo cáñamo. Un ejemplo del reparto de los restos de las ballenas se conserva, con fecha de 1714, en la Cofradía de Mareantes de Orio: La barba se vendía y con su importe se pagaba el vino y el pan de la gente que había participado en su captura y el salario del vigía o “guarda de noche”, a razón de 4 reales de vellón por noche, y de los cortadores o troceadores a 4 reales de plata por jornada. De lo sobrante de la barba, un tercio iba para los dueños de las chalupas y el resto para sus marineros. Se conservan los restos de estas vigías o atalayas en Ulía (San Sebastián) y en Talaiamendi (Zarautz). En la fotografía la atalaya Peña del Ballenero, en Ulía.
Antxon Aguirre Sorondo ubicó las atalayas guipuzcoanas en su artículo "Atalayas balleneras en la costa de Gipuzkoa", publicado en 2012 en el volumen 7 de Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País VascoLos balleneros esperaban la señal del vigía, con sus chalupas siempre provistas de queso y vino, mantas y ropas de abrigo, además de las armas de caza. En Orio cada chalupa llevaba 80 brazas de estachas (unos 146 metros), dos arpones y tres lanzas sangraderas. Una vez cazada y ya en tierra la ballena se subastaba y se adjudicaba al mejor postor. La tripulación de la chalupa que primero hubiera arponeado a la ballena se quedaba con la parte mayor del beneficio económico y las demás que hubieran participado en su arponeo y arrastre disfrutaban del resto. Por ejemplo, cuando cazaban una cría o "cabrote", que producía menos de 30 barricas de aceite, a la primera chalupa se le daban 3 ducados, a la segunda 2 y a las demás uno. Si la ballena producía más de 30 barricas, la proporción ascendía a 4, 3 y 2 ducados, respectivamente. Cuando cazaban a una hembra con su cría, quien la arponease primero cobraba 6 ducados. El importe de la venta se repartía entre los dueños de las chalupas y los marineros en proporción de uno a tres. El primero en arponearla se quedaba una aleta. La tripa, que era la parte de menor valor, se entregaba a la gente necesitada. En la fotografía Talaiamendi desde la ermita de San Telmo, Zumaia (Gipuzkoa).
En algunos archivos se recogen datos incompletos de las capturas realizadas. Por ejemplo, en Lekeitio se cazaron 68 ballenas en el período 1517-1662, en Zarautz 55 en 1637-1801, o en Getaria 18 en 1699-1789. El 22% de las 86 ballenas cazadas en Lekeitio y Getaria fueron crías. Cuando se avistaba una ballena con su cría, arponeaban primero a la cría y luego a la madre, que permanecía junto a su "cabrote". Su caza comercial en la costa vasca fue declinando y en una fecha tan temprana como 1567 se dio por finalizada, aunque se cazaron ejemplares aislados aún hasta 1688. Por ello, los balleneros vascos comenzaron a cazarlas en las costas de Cantabria, Asturias y Galicia en la primera mitad del siglo XVII, donde alquilaban las "fábricas de tierra" (estaciones balleneras) que construían las villas costeras gallegas con el único propósito de alquilárselas anualmente a los balleneros vascos. El definitivo declive de la población cantábrica superviviente se produjo en la segunda mitad del siglo XVII y su comerció cesó por completo en la costa Cantábrica y Galicia en 1722. En la fotografía lanza sangradera, arpones  balleneros y pala de corte, expuestos en el Aquarium de San Sebastián. Las lanzas sangraderas también se conocían como "chavalines" y "jabalinas".
Agustín Azkarate, José Antonio Hernández y Julio Núñez en su libro Balleneros vascos del siglo XVI. Estudio arqueológico y contexto histórico (Chateau Bay, Labrador, Canada), publicado en 1992 por el Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco dicen que "La caza de la Ballena Franca del Atlántico ha constituido una de las actividades productivas más importantes de las localidades pesqueras del Golfo de Vizcaya durante un período prolongado de más de medio milenio. Las propias pesquerías de Terranova (tanto de ballena como de bacalao) alcanzaron una importancia de la que no se es consciente frecuentemente. Puede servirnos como ejemplo ilustrativo de lo que decimos el dato de Anthony Parkhust, navegante inglés que, para 1578, evaluaba el número de navíos existentes en Terranova entre 350 y 380, de los que 150 eran bacaladeros franceses (vascos entre ellos), 100 españoles (vascos fundamentalmente), 50 portugueses, de 30 a 50 ingleses y de 20 a 30 balleneros vascos. Si comparamos estos datos con los 50-100 navíos que calculó Pierre Chaunu para el comercio hispanoamericano durante el decenio 1571-1580, apreciamos las dimensiones reales del fenómeno pesquero en las aguas del Atlántico Norte americano, si bien es cierto que la importancia de esta actividad no puede compararse con el papel que el oro y la plata tuvieron en la economía europea del siglo XVI. William Pitt en 1758 dijo que el bacalao era para Inglaterra como "el oro y la plata que obtenía de América". En la fotografía una placa en Balearen kalea, en Orio.
Manuel de Terán en "La Balaena biscayensis y los balleneros españoles del Mar Cantábrico", publicado en 1949 en la Revista Estudios Geográficos, recogió la crónica islandesa según la cual en 1412 un total de 20 embarcaciones vascas equipadas para la caza de la ballena llegaron a Groenlandia y al Golfo de Grunder. Un siglo más tarde, en 1511, la reina Juana "la loca" y su padre Fernando el Católico patrocinaron un primer viaje a Terranova, aconsejando la contratación de "dos bretones o de otra nación allá ayan estado", donde ya en 1504 los bretones y normandos pescaban bacalao. Los primeros documentos que se refieren a la presencia de vascofranceses pescando bacalao en Terranova son de 1517, y de 1530 en el caso de la caza de ballenas. Según se ha podido saber gracias a recientes investigaciones genéticas de los restos conservados en museos, cazaron principalmente ejemplares de Ballena de Groenlandia (Balaena mysticetus), aunque también capturaron unos pocos ejemplares de Ballena Franca del Atlántico. En el Archivo de Protocolos de Gipuzkoa en Oñati se conserva un documento fechado el 22 de abril de 1549 del fletamento en Orio del barco San Nicolás para partir a Tierra Nueva (Terranova) a la faena del "bacallao y ballena". En 1557 Felipe II arbitró una cédula que permitía acudir con sus naos a la pesquería de Terranova a los habitantes de Gipuzkoa, Bizkaia y Cantabria. En un documento de 1561 se asegura que en la villa de Orio "han tenido y tienen naos de qualquier viaje que hayan hecho a la pesquería de ballenas y azeite dellas y bacallao y merluza y otros pescado así a Tierranueva como a Galizia, Irlanda y otras partes", según explica José Antonio Azpiazu en su artículo "Los balleneros vascos en Cantabria, Asturias y Galicia", publicado en 2000 en el volumen 3 de Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País VascoEn 1578 otra nave oriotarra del mismo nombre partió a Terranova desde el puerto de Pasajes llevando una tripulación de 80 hombres entre pilotos, marinos, carpinteros, calafateros y artilleros. En la fotografía un bajorrelieve en el dintel de la puerta de una casa de Kale Nagusia de Orio (Gipuzkoa) que representa una carabela vista de perfil. La talla, preciosa y precisa, nos sitúa a finales del siglo XV o principios del XVI, y nos permite conjeturar que en esa casa debió de habitar un constructor de barcos, un capitán o, quizás, un mercader. El original de este precioso bajorrelieve se encuentra en el Museo de San Telmo de Donostia-San Sebastián.
La historiadora anglocanadiense Selma Huxley, nacida en Inglaterra en el seno de una familia de científicos e intelectuales, se casó con el arquitecto Brian Barkham, que estudió los caseríos vascos para su tesis doctoral. Quedó viuda en 1964 y llegó en un barco de carga a Bilbao desde Canadá con sus cuatro hijos, estableciéndose en Oñati en 1973, donde vivió y estudió durante 20 años los fondos del Archivo Histórico de Protocolos de Guipúzcoa y otros archivos españoles y franceses. Publicó numerosos artículos científicos y divulgativos entre los años 1973 y 1989. Gracias a ella sabemos que los balleneros vascos comenzaron a frecuentar Terranova a partir de 1530 y que el número de viajes aumentó progresivamente hasta finales de la década de 1570, llegando a transportar hasta 2.000 personas anualmente a la costa sur del Labrador. La abundancia de madera de roble y hierro había facilitado la construcción naval. La financiación de barcos a Terranova en parte procedía del capital obtenido con la producción y manufactura del hierro por parte de los dueños de ferrerías. Los barcos que empleaban tenían una eslora de más de 18 metros y se denominaban indistintamente naos o galeones, donde llevaban instrumentos para la pesca, la caza y el despiece, así como lo necesario para la elaboración de la grasa de ballena: calderas de cobre, barricas, flejes de avellanos o embudos de hierro. La grasa de ballena traída en barricas desde Terranova podían reembarcarla de inmediato con destino a Flandes o Inglaterra, o conservarla una temporada en el puerto en tinajas de barro de unos 800 litros, el equivalente a 4 barricas. En la fotografía una maqueta de la nao San Juan, hundida en Red Bay, Labrador, capaz de transportar unas 1.000 barricas de aceite de ballena. Este modelo es el resultado de años de investigación del departamento de arqueología subacuática de Parks Canada-Parcs Canada, tras la excavación llevada a cabo entre los años 1978-1992. La Factoría Marítima Vasca Albaola está reconstruyendo la nao San Juan en Pasajes de San Pedro, un buque de 28 metros de eslora y 7,5 de manga que necesitará en su estructura la madera de 200 robles, 20 abetos, 560 metros cuadrados de paño y 6 kilómetros de sogas de cáñamo.
Según la especialista Selma Huxley, en las décadas de 1560 y 1570 llegaban de 20 a 40 naos a las estaciones balleneras de Red Bay y Chateau Bay, en la península de Labrador, donde una población de unas 2.000 personas pasaba ocho o nueve meses dedicados a cazar y procesar unas 400 ballenas cada temporada. Cada barrica tenía una capacidad regulada por ordenanza de cuatro quintales centenales, equivalente a 200 litros y su precio alcanzaba el equivalente a 5.000 euros, por lo que el valor de la carga de una nao que transportara 1.000 barricas equivalía a 5 millones de euros. Cada nao llevaba una tripulación que, además del capitán y un cura, incluía carpinteros, remeros, arponeros y toneleros. Cada tripulante guardaba en un arcón de madera su ropa y utensilios personales. El atuendo de trabajo se componía de botas fuertes y anchas, un abrigo de piel de oveja que llegaba hasta la altura de media bota, un chaquetón de cuero que superaba la cintura, un capuchón que cubría también la nuca, un gran delantal de cuero y comida que enriqueciera la monótona dieta de la travesía, basaba en pan cocido dos veces para que durara más tiempo, tocino, aceite, vinagre, sal, habas, guisantes, ajo, sardinas, bacalao, aves y cerdo salado a la ida, y al regreso, principalmente carne de ballena y bacalao. Llevaban también sidra, chacolí o vino, lo que debió contribuir a que no padecieran de escorbuto. El agua dulce se reservada para beber y cocinar. También llevaban leña para cocinar, aunque también la obtenían allí de Pícea negra (Picea mariana). El trabajo de cazar una ballena, despiezarla y transformar su grasa en aceite les llevaba unos dos días y medio. Para llenar un barco ballenero de tamaño medio necesitaban cazar y procesar 12-20 ballenas, dependiendo del tamaño, ya que la producción de barriles de aceite variaba entre 40 en el caso de las más pequeñas y 90 en el de las más grandes. El trabajo era agotador y se desarrollaba a una temperatura media de -15º C, por lo que las congelaciones de los dedos eran comunes. La falta de higiene personal facilitaba el contagio de enfermedades. Únicamente las enfermedades graves permitían el relevo del puesto, porque las lumbalgias, los sabañones o las úlceras se consideraban dolencias comunes. La falta de alimentos y el frío fueron probablemente la causa de la mayoría de las muertes. La temporada más mortífera fue la del invierno de 1576-77, cuando murieron entre 300 y 500 balleneros vascos congelados con sus barcos atrapados entre el hielo de la banquisa. Desde entonces la mayoría de las naos balleneras regresaron antes de octubre.
La mayoría de los documentos que tratan de la caza de ballenas en Terranova se refieren a los años entre 1548 y 1588 en Red Bay o "Less Buttes", ambos nombres en referencia a los acantilados de granito rojo de la región. El primer documento que se encuentra en el Archivo de Protocolos de Gipuzkoa en Oñati corresponde al 22 de abril de 1549 y trata del fletamento del barco “San Nicolás” en Orio para partir a Tierra Nueva (Terranova) a la faena del “bacallao y ballena”. En 1578 otra nave oriotarra del mismo nombre partió a Terranova desde el puerto de Pasajes llevando una tripulación de 80 hombres entre pilotos, marinos, carpinteros, calafateros y artilleros. En 1575 el barco “San Nicolás”, del oriotarra Juanes de Urdaide, fue capturado por “franceses y luteranos” cuando estaba pescando bacalao en Terranova. Las referencias incluyen actos de piratería en la década de 1550, y en la víspera de Navidad de 1584, un testamento escrito por un moribundo vasco, Joanes de Echaniz. El último invierno en Red Bay fue el de 1603. Los viajes a Terranova resultaban, además de arriesgados, muy costosos. Una forma de financiar el flete consistía en cobrar por adelantado el género. Por ejemplo, en octubre de 1550 Juanes de Ylumbe recibió 10 ducados de manos del navarro Juanes de Alsasua como garantía de las 50 barricas de aceite de ballena que aquel entregaría “en el arenal y descargadero de Deba” a su regreso de Terranova. 
Se llevaban tejas para hacer y reparar los tejados de los edificios de los poblados balleneros, arcilla "para hacer hornos en Tierranueva" y, finalmente, "clavazon para las cabañas". Tras restarle al producto de cada viaje el coste de las averías y los daños, un tercio del beneficio correspondía a la tripulación, un cuarto a los propietarios del navío y el resto a los armadores. Algunos tripulantes pedían préstamos para comprar ropa, calzado y otros enseres personales, que pagaban a la vuelta del viaje con un interés de 1/10 o 1/4. Los armadores de los barcos aseguraban el barco y la carga. La mayoría de los seguros se contrataban en Burgos, pincipal centro asegurador del norte de la Corona de Castilla, aunque a finales del siglo XVI se realizaron algunos en Bilbao y San Sebastián. Las pólizas de seguros tenían una prima del 4-5% para viajes a Labrador hasta 1565. A partir de dicha fecha las primas ascendieron hasta un 18% debido al aumento de la piratería. La demanda de naos balleneras y de las necesarias para la "Carrera de Indias" y el comercio con Europa, apoyada por incentivos de la Corona de Castilla, que promocionaron la construcción de grandes buques que pudieran emplearse en la guerra, "naos de múltiple uso", originaron un gran auge del sector de la construcción naval en Bizkaia y Gipuzkoa desde 1565 hasta 1585. En 1588 el rey Felipe II ordenó la integración de las naos balleneras vascas en la Armada Invencible que atacó a Inglaterra. Por otra parte, los reyes de la Corona de Castilla otorgaron patente de corso a numerosos capitanes y armadores vizcaínos y guipuzcoanos con la intención de interceptar los navíos balleneros de otros países, rivales en el comercio ballenero y enemigos de la Monarquía española. En la fotografía un arpón vasco para la caza de ballenas hallado durante la excavación de la nao San Juan.
La fecha de partida se situaba entre finales de abril y principios de mayo, y el retorno hacia finales de enero; "la navegación de Terranoba, desde que parte de España hasta que vuelven dura ocho o nueve meses a los mas", aunque no era raro que pasaran allí el invierno cuando no habían llenado la totalidad de las barricas. La travesía de ida duraba más de 60 días, mientras que el viaje de retorno de 30 a 40 días gracias a las corrientes y los vientos favorables. Las travesías eran muy peligrosas y además de los riesgos de naufragio por las tempestades, existía el riesgo de sufrir un ataque pirata. Los barcos balleneros llevaban unas 6 chalupas para la caza de ballenas y su arrastre hasta la estación ballenera para su despiece. Cada chalupa tenía capacidad para 7 u 8 hombres. Al regreso a las villas vascas se solían dejar en la estación ballenera, reutilizándose al año siguiente tras darles estopa y brea. En 1982 los arqueólogos encontraron un cementerio en el extremo oriental de Saddle Island, Labrador. Cuatro veranos consecutivos de excavaciones revelaron que contenía los restos de más de 60 tumbas con los esqueletos de 140 hombres adultos de entre 20 y 40 años, con la excepción de dos niños de 12 años. Una sepultura contenía los restos de una camisa de lana y un par de calzones, el primero de los cuales había sido teñido de rojo y el último de índigo. Los pantalones eran de lana gruesa y rústicamente recortada, se recogían en la cintura y se recortaban completamente en las caderas, se estrechaban hasta quedar apretados en las rodillas, sin duda calentando y confortando a sus dueños en el ambiente costero de la tundra en el que tenían que vivir y trabajar, donde la temperatura más alta, alcanzada en agosto, era de solo 10° C. Otra prenda, recuperada fuera del cementerio, fue un gorro de lana de punto blanco. En la fotografía una chalupa encontrada en la estación ballenera de Red Bay, en la costa de Labrador, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 2013.
Solo los barcos de Red Bay, Labrador, enviaron 6.000-9.000 barriles de aceite de ballena a Europa cada año durante los años de máxima explotación, mientras que otros 8.000-9.000 barriles se producían en St. Modeste, Chateau Bay y otras estaciones balleneras. Cada barco promediaba 1.000 barriles por temporada. Por lo tanto, en promedio, un mínimo de 15.000 barriles de aceite se producían cada año. Según Brad Loewen y Vicent Delmas en su artículo "The Basques in the Gulf of St. Lawrence and adjacent shores", publicado en 2012 en la revista Canadian Journal of Archaeology, la actividad ballenera vasca en el Golfo de San Lorenzo duró dos siglos y medio, desde 1517 hasta 1767. Los restos arqueológicos encontrados reflejan la evolución de las redes de suministro en el País Vasco: una sola red guipuzcoana dio paso a dos redes paralelas, una de Lapurdi y la otra de Bizkaia. Según algunos cálculos, en solo 50 años fueron cazadas más de 20.000 ballenas. Los vascos se relacionaron con las poblaciones locales, con las que se comunicaban gracias a un lenguaje compuesto por palabras en euskera y en la lengua autóctona, que se perpetuó hasta la salida definitiva de los balleneros vascos en el siglo XVIII. Los vascos introdujeron en España las pieles de focas que cambiaban por cuchillos y hachas a las poblaciones locales. “Los hombres salvajes que allí habitaban como bárbaros sin casas y sin vestidos de paño, sino con solos pellejos de venados, y son de dos géneros; unos se llaman esquimaos, que son inhumanos, porque suelen dar asalto a los nuestros con sus arcos y flechas y matar y comerlos. Otros se llaman montañeses o canaleses, que conversan con los nuestros y dan aviso, cuando sienten que vienen los otros malos”. En la fotografía detalle de la caza de ballenas en el dintel de la calle Azara, Zarautz.
Los islandeses solo aprovechaban las ballenas que encallaban en la costa. Entonces las remataban, se comían su carne y empleaban sus huesos en la construcción de casas. La expresión islandesa para desear buena suerte es "hvelreki", una palabra que incluye el sustantivo ballena y el verbo varar y que se puede traducir como "que una ballena vare en la costa". Durante el siglo y medio que los vascos cazaron ballenas en las costas de Islandia desarrollaron un idioma básico (un pidgin) para entenderse con la población local. Según "Basque whaling around Iceland", la caza de ballenas por parte de los vascos comenzó alrededor de los fiordos de la península noroccidental hacia 1613. Así lo escribió Jón Guðmundsson y coincide con la anotación "Anno 1613 by de Biscayers beseylt" en un mapa de Islandia publicado en 1706 por Pieter van der Aa, como puede apreciarse en esta imagen. Después de cuatro inviernos en los que los islandeses sufrieron una gran escasez de alimentos, en la primavera de 1615 el rey danés Cristián IV proclamó que los islandeses tenían derecho a atacar a los vascos, tomar sus barcos, saquear sus posesiones y, si hacía falta, matarlos. El 19 septiembre del año 1615, tras celebrar el final de la temporada con una cena con vino tino, los integrantes de tres naos balleneras capitaneadas por Martín de Villafranca, Pedro de Aguirre y Esteban de Tellaria iniciaron su regreso a San Sebastián desde Islandia, pero naufragaron durante una tormenta que les golpeó contra icebergs cerca Reykjafjörður. De los 82 balleneros que llegaron a tierra, 13 fueron asesinados mientras pasaban la noche en una estación ballenera. El capitán donostiarra Martín de Villafranca pretendió cobrar en ovejas una deuda por una cantidad de grasa de ballena que habían dado a los islandeses anteriormente. Se lo reclamó al sacerdote Jón Grímsson, que negó la deuda. Los hombres de Villafranca lo agarraron, lo zarandearon, le colocaron una soga al cuello y amagaron con ahorcarlo, pero finalmente lo liberaron. En un juicio que se celebró el 8 de octubre por las amenazas de muerte al sacerdote, el jefe de la región de los Fiordos Occidentales, Ari Magnússon, esgrimió ante doce jueces la carta del rey danés que les permitía matar a los vascos y así lo hicieron con otros 18 en Ísafjarðardjúp. En total fueron asesinados 32 vascos, todos ellos guipuzcoanos. El resto sobrevivió y consiguió escapar en un barco pesquero inglés, pero no consta que llegaran a San Sebastián. Jón Guðmundsson justo después de los acontecimientos de 1615 escribió el ensayo "Sönn frásaga af spanskra mann skipbroti og slagi" (Una explicación verdadera de los naufragios y las muertes de los españoles) donde criticó la decisión que tomó Ari Magnússon y donde relató que fueron “mutilados, deshonrados y hundidos en el mar, como si fueran paganos de la peor especie y no pobres e inocentes cristianos...alguno mostró curiosidad por ver lo que hay dentro de un hombre”. Islandia derogó el 22 de abril de 2015 una ley que permitía matar españoles desde 1615 tras la "Matanza de los españoles" (en islandés, Spánverjavígin). 
A comienzos del siglo XVIII, por el tratado de Utrecht, los balleneros españoles perdieron la posibilidad de acceder a Terranova, que quedó reservada a las naves inglesas, como el resto del Atlántico Norte. Este había correspondido en el siglo XVI a la Corona de Castilla, saliendo con ello beneficiados los balleneros vizcaínos y guipuzcoanos, y en el siglo XVII se había impuesto la hegemonía de Francia, resultando favorecidos entonces los balleneros labortanos. Posteriormente, la derrota francesa en la Guerra de los Siete Años significó la prohibición de acceder al estuario del San Lorenzo, en la costa de la península del Labrador. Respecto de la Ballena Franca del Atlántico, hay documentos sobre su caza en el área del Cabo Norte (norte de Noruega) en el siglo XVII, que disminuyó desde mediados de dicho siglo y finalizó a mediados del siglo XVIII, con un posterior y breve período de actividad ballenera entre los años 1881 y 1924 desde estaciones costeras en las Islas Británicas, cuando cazaron al menos 120 ejemplares. La última captura registrada fue una hembra con su cría en Madeira en 1967, acompañadas de un tercer individuo que escapó. La Ballena de Groenlandia fue cazada por primera vez hace al menos 2.000 años por los indígenas en el Ártico y el Subártico, que las utilizaban como alimento y para la obtención de combustible. Los autores del artículo "Genetic analysis of 16th-century whale bones prompts a revision of the impact of Basque whaling on right and bowhead whales in the western North Atlantic", publicado en el año 2004 en el volumen 82 de la revista Canadian Journal of Zoology explican que, aunque está muy extendida la idea de que los balleneros vascos causaron durante los siglos XVI y XVII el declive de la población de Ballena Franca del Atlántico de las costas norteamericanas, el análisis del ADN de los huesos de 122 ballenas procedentes de dos estaciones balleneras establecidas por los vascos en la península del Labrador determinó que eran de 120 ejemplares de Ballena de Groenlandia y de solo 2 individuos de Ballena Franca del Atlántico. En el dibujo un barco ballenero con horno para fundir grasa de ballena a bordo, de Duhamel du Monceau (1782).
Brad Loewen en su artículo "Historical Data on the Impact of 16th-Century Basque Whaling on Right and Bowhead Whales in the Western North Atlantic", publicado en el año 2009 en el volumen 26 de la revista Canadian Zooarchaeology, explica que los vascos fueron pioneros en la caza de ballenas en las aguas alrededor de Terranova, donde la iniciaron hacia el año 1530, siendo los únicos que las cazaron en el Atlántico occidental hasta 1600, donde cazaron unas 13.000 ballenas desde estaciones costeras en el sur del Labrador y el este de Québec. Su caza alcanzó el máximo en la década de 1570 y disminuyó drásticamente alrededor del año 1579. Ubicaron bastantes estaciones balleneras en el estrecho de Belle Isle debido a razones económicas, de seguridad y por la cercanía a una segunda ruta migratoria de ballenas que tenía lugar a finales de otoño. En la fotografía aérea se localiza el punto del hundimiento de la Nao San Juan.
Con un promedio de 700 toneladas, las naos o carabelas empleadas en la travesía entre los puertos vascos y Terranova y la península del Labrador eran las más grandes de la época, pero también las más lentas. Al llegar a Red Bay cada temporada reparaban las instalaciones construidas en los años anteriores. En las estaciones balleneras los restos de los hornos son las estructuras más llamativas y mejor conservadas. Tenían una altura de entre 1,2 y 1,5 metros y los construyeron de forma lineal frente a la costa. En ellos sostenían y calentaban las calderas de cobre en las que se fundía la grasa. En Red Bay emplearon al menos 20 hornos de fundición simultáneamente durante las temporadas de caza de ballenas. En la fotografía aérea, localización del punto de hundimiento de la Nao San Juan.
A partir de finales del siglo XVI las barbas comenzaron a adquirir también un gran valor. Las barbas son unas láminas córneas alargadas de forma triangular que, a centenares, penden del borde externo de los maxilares en la boca de la ballena y que le sirven para filtrar el agua de mar y retener los minúsculos organismos de los que se alimenta. El material que compone las barbas es de naturaleza flexible y muy resistente a la torsión y, cuando los plásticos y las fibras sintéticas eran desconocidos, era uno de los pocos productos naturales que reunía estas propiedades. En la fotografía una barba de Ballena Franca del Atlántico expuesta en el Aquarium de San Sebastián.
Las barbas de ballena fueron, por ello, universalmente utilizadas para la fabricación de resortes, corsés, relojes, paraguas, o cualquier otro tipo de maquinaria u objeto que precisase elementos flexibles e insensibles al desgaste, y durante varios siglos fueron un material extraordinariamente valioso. Tomé esta fotografía de un paraguas con varillas hechas con barbas de ballena en el Aquarium de San Sebastián.
"Ternua da mortu hotza
Eremu triste arrotza
Laboratzen ez den lurra
Neguan beti elurra"

La caza de ballenas en Terranova fue una empresa en la que intervenían socios inversores o prestamistas, comerciantes, seguros y mano de obra. Su comercio internacional y la especulación del precio de la barrica condujo a la sobreexplotación de la caza de ballenas. El ministro Campomanes describe la ruta que siguieron los últimos balleneros vascos: partían de San Sebastián directamente hasta Spitzbergen y desde allí, en abril o mayo, se trasladaban al estrecho de Davis para cazar Ballena de Groenlandia de la "Gran Bahía", actualmente Red Bay. En agosto navegaban hacia el este para cazar Ballena Franca del Atlántico en Islandia, subiendo hasta el paralelo 73 o 75 antes de volver. Cuando en el siglo XVII su caza en Terranova dejó de ser rentable, comenzó la búsqueda de nuevos cazaderos y es entonces cuando llegaron también hasta Brasil. En la fotografía escena tallada hace pocos años de la caza de ballenas en una puerta del Museo Oceanográfico donostiarra.
Según Antonio Meijide Pardo en su libro "Economía marítima de la Galicia cantábrica en el siglo XVIII" (1971), pocos años después del Tratado de Utrecht (1713), España comenzó a perder sus privilegios y posiciones en el negocio de la ballena y del bacalao, que comenzaron a experimentar un sensacional decaimiento a partir de 1720. Más tarde los vascos franceses aún enviaron expediciones balleneras a Terranova, a menudo con base en Louisbourg. A principios del siglo XVII naves de Inglaterra, Holanda, Francia y Dinamarca incluyeron en su tripulación balleneros vascos en sus expediciones a Spitsbergen (la mayor de las islas del archipiélago noruego de Svalbard), donde cazaron ballenas de Groenlandia. Cuando los mercaderes de San Sebastián se enteraron de esta nueva zona de caza de ballenas, decidieron expandir sus operaciones al Ártico. El 1612 un barco al mando de Juan de Erauso y pilotado por el inglés Nicholas Woodcock llegó a Spitsbergen, donde descubrieron tal abundancia de ballenas "que por un tramo de sesenta leguas a lo largo de la costa el mar se oscureció", en aguas dominadas por los ingleses. En 1613 se organizó una flota de balleneros holandeses, franceses y vascos. San Sebastián envió una docena de barcos y Saint-Jean-de-Luz tres o cuatro. Los ingleses encontraron al menos siete de los barcos de San Sebastián y se apoderaron de las barbas, el aceite de ballena y los equipos de caza. Al regreso de los barcos donostiarras los mercaderes de San Sebastián reclamaron una pérdida total de más de 200.000 ducados, amenazando con apoderarse de las propiedades de los mercaderes ingleses que residían en San Sebastián. Temiendo no solo por sus bienes, sino también por sus vidas, muchos de los comerciantes ingleses huyeron a Bilbao, mientras que otros "no se atrevieron a salir de sus casas para no ser asesinados". En la imagen el cuadro "Balleneros holandeses cerca de Spitsbergen", de Abraham Storch (1690).
En la primera década del siglo XVII la caza de ballenas llegó a la costa de Brasil, promovida por su gobierno colonial. Hasta entonces, la colonia americana importaba aceite de ballena procedente del País Vasco y Cabo Verde, pero no satisfacían la demanda de una industria azucarera colonial en expansión. Pensaron en abastecerse con la caza de las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) y australes (Eubalaena australis) que habitaban sus aguas costeras. Al carecer de los conocimientos técnicos para cazarlas, buscaron ayuda en el exterior. Felipe Valdés Hansen en su artículo "Balleneros vascos en Brasil", publicado en el año 2016 en el volumen 8 de Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, explica que en 1602 una real cédula de Felipe III, rey de España y Portugal entre los años 1598 y 1621, concedió el derecho de pesca en Brasil durante 10 años a dos armadores balleneros bilbaínos, que acompañaron a Diogo Botelho, el nuevo gobernador general de Brasil a la capital colonial de Bahía de Todos os Santos, construyendo su factoría al norte de la isla de Itaparica. Cada año los buques vascos iban de Vizcaya a Brasil a cazar ballenas, donde el aceite que producían proporcionaba a la industria azucarera el combustible y lubricante que requería. Esto terminó en 1610, cuando uno de los capitanes vascos intentó pasar madera de contrabando. Fue descubierto y encarcelado junto con su tripulación. Ese mismo año la Corona declaró monopolio real la caza de ballenas. El dibujo "Northern Whale Fishery", de Zorgdrager (1720).
Solo cuatro ballenas francas del Atlántico fueron capturadas en las costa vasca en el siglo XIX. La primera fue capturada en Hondarribia en 1805, la segunda en San Sebastián en enero de 1854 cuando entraron tres en la bahía y se cazó una cría, la tercera en Getaria-Zarautz el 11 de febrero de 1878 y la última en San Sebastián en 1893. En 1844 una ballena fue arponeada cerca de Zarautz, pero después de ser remolcada durante seis horas, la línea se rompió, y la ballena se perdió con dos arpones y tres lanzas en su cuerpo. Intentaron dar caza a otra ballena que fue vista frente a Getaria a primeras horas de la mañana del 25 de julio de 1850, pero se alejó nadando hacia el noroeste. En el siglo XIX la Ballena Franca del Atlántico quedó casi extinta. Entre los años 1960 y 1999 solo se han registrado 8 observaciones de Ballena Franca del Atlántico en la costas europeas y norteafricanas, incluyendo dos ejemplares vistos desde el cabo San Vicente en 1995. En el Mediterráneo tan solo se conocen dos varamientos ocurridos durante la segunda mitad del siglo pasado, uno en las costas de Italia y el otro en Argelia. En sus desplazamientos invernales algunos ejemplares alcanzan las Islas Canarias, donde en la primavera de 1995 se observó un ejemplar solitario a escasa distancia de la costa suroeste de Tenerife. Posteriormente se han registrado dos avistamientos más en la costa de La Gomera. Con la esperanza de encontrarlas en la costa del Sahara, varios investigadores las buscaron sin éxito en el invierno de 1996, según el artículo "A winter cetacean survey off Southern Morocco [Sahara], with a special emphasis on Right Whales", publicado en el año 1998 en el volumen 48 de Reports of the International Whaling Commission. En esta imagen la localización de una Ballena Franca del Atlántico observada en septiembre de 1977 por el arponero y la tripulación de uno de los barcos balleneros de IBSA.
La tradición ballenera de Galicia que tuvo su culmen en el siglo XVII, volvió a retomarse después de la II Guerra Mundial. En 1951 la coruñesa Industria Ballenera S.A. (IBSA) comenzó su actividad con dos buques. En esta época se incorporaron motores diesel en la mayoría de los barcos pesqueros, pero no en los balleneros porque en la caza de ballenas se prefería el vapor, ya que era más silencioso y eso permitía acercarse mejor a ellas. En 1955 la sociedad Massó Hermanos junto a las firmas IBSA e Hijos de J. Barreras fundaron la Factoría de Balea C.B., teniendo su planta en Punta Balea, en Cangas del Morrazo (Pontevedra), muy próxima a la factoria Massó. En los años 70 la Factoría de Balea y Massó Hermanos se fusionaron con IBSA, acumulando la familia Massó la mayoría del capital social de la empresa resultante. Cazaban rorcuales comunes y cachalotes entre abril y octubre. El 27 de abril de 1980 los barcos balleneros Ibsa I e Ibsa II sufrieron sendos atentados con explosivos mientras estaban atracados en el puerto de Marín (Pontevedra), lo que provocó el hundimiento de uno de ellos. Aunque muchos sospecharon de Greenpeace, el autor fue la organización Sea Shepherd Conservation Society, fundada por el capitán canadiense Paul Watson, uno de los cofundadores de Greenpeace, organización que abandonó tras ser expulsado en 1977 de su dirección, que en aquel momento se declaró contraria a las campañas de acción directa. En 1978 compró un buque que bautizó como Sea Sheperd. Un año antes del atentado de Marín, en 1979, embistió al ballenero Sierra en aguas portuguesas. La moratoria de la Comisión Ballenera Internacional en 1986 sobre la caza de ballenas provocó el cierre de la empresa y sus plantas. Puede verse un documental al respecto aquí. Felipe Valdés Hansen en su artículo "Los últimos arponeros vascos: Juan José Zubiaur y Ramón Inchausti", publicado en 2012 en el volumen 7 de Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, recogió las semblanzas de los dos últimos arponeros vascos. Por otra parte, llama la atención que Francisco Franco mandara instalar un cañón arponero en su yate Azor para cazar ballenas. Cazaba un cachalote o dos cada año, y una vez cazados los llevaba al puerto más cercano, donde acababa descomponiéndose, hecho que llegó a generar la protesta oficial de algún ayuntamiento. Más tarde empezó a llevarlas a las factorías, donde exigía que se le pagara el beneficio obtenido por la venta del aceite. En la fotografía una Ballena Franca del Atlántico junto a un buceador.
La caza costera de la Ballena Franca del Atlántico en las colonias de América del Norte casi agotó sus poblaciones a mediados del siglo XVIII, pero continuó en alta mar en Nueva Inglaterra hasta principios del siglo XX por parte de buques balleneros franceses e ingleses. Las modernas estaciones balleneras terrestres de Noruega, Islandia, Irlanda y Escocia la capturaron desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX, y hasta la década de 1930 en el caso de las estaciones balleneras de EEUU. Balleneros norteamericanos cazaron 19-30 ballenas francas del Atlántico entre 1855 y 1866 y en la década de 1880 en la bahía de Cintra, situada en el Sáhara Occidental. En la fotografía una Ballena Franca del Atlántico.
Aunque no hay caracteres morfológicos que permitan distinguir con seguridad entre las tres especies de ballenas francas (Eubalaena glacialisE. japonica y E. australis), los análisis genéticos confirman que son especies distintas, según el artículo "Nuclear markers confirm taxonomic status and relationships among hightly endangered and closely related right whale species", publicado en el año 2005 en el volumen 272 de la revista Proceedings of the Royal Society. Las ballenas francas tienen la cabeza muy grande y carecen de aleta dorsal y de pliegues en la garganta, a diferencia de otras ballenas. Además, sus aletas son cortas y anchas. La Ballena Franja del Atlántico alcanza un máximo de 18 metros y un peso de 40 a 70 toneladas. Tiene engrosamientos o callosidades de color claro en la cabeza que varían en tamaño, grosor y posición, lo que permite su identificación individual. Las callosidades albergan crustáceos parásitos que se alimentan de su piel. Los adultos son de color negro con una mancha ventral blanca en algunos ejemplares. En esta fotografía se aprecian las barbas de una Ballena Franca del Atlántico mientras se alimenta.
La Ballena Franca del Atlántico se alimenta de zooplancton, del que llega a ingerir más una tonelada diaria durante los meses de verano, moviéndose con la boca abierta en las zonas del Atlántico Norte donde abunda. El agua fluye a través de unas láminas córneas denominadas barbas o ballenas, empujada por la lengua, quedando dentro de su boca el zooplancton. Su dieta se compone básicamente de crustáceos copépodos, especialmente de Calanus finmarchicus, del tamaño de un grano de arroz. Obtiene su alimento entre la superficie y los 175 metros de profundidad. Se desplaza en mar abierto con una velocidad media de 3,5 km/hora. Es activa tanto de día como de noche con intervalos de unos 3 minutos en superficie e inmersiones de unos 6 minutos. Hasta un 40% de su peso llega a ser grasa. Esta grasa les sirve como reserva energética que utiliza durante los meses de invierno, cuando permanece en aguas donde su alimento está prácticamente ausente. Durante la época de reproducción las hembras emiten llamadas que atraen a los machos. Las hembras paren una sola cría cada 3-5 años cerca de las costas del sudeste de Estados Unidos entre diciembre y marzo. Las crías al nacer miden 4,5-6 metros de longitud. Para cuando las hembras lactantes migran en primavera hacia el norte suelen haber perdido la mayor parte de la grasa acumulada. En la fotografía del National Oceanolography Centre, Southampton, un ejemplar de Calanus finmarchicus.
La población del Atlántico oriental, hoy extinta, migraba en invierno hacia aguas situadas entre los archipiélagos de Azores y Madeira, el golfo de Vizcaya y las costas del noroeste de África. En verano se desplazaba hacia los mares situados en Islandia, Svalbard y las costas de Noruega. Sabemos que las ballenas estaban presentes en las costas cantábricas a lo largo del invierno porque los contratos de las compañías para la caza de ballenas se extendían desde noviembre a marzo. En la fotografía la cola de una Ballena Franca del Atlántico.
En el norte de Europa todavía se capturaron 134-137 ballenas francas del Atlántico entre 1900 y 1931, la mayor parte en las islas Hébridas y Shetland. A partir de entonces los registros en el Atlántico europeo han sido excepcionales. Parece poco probable que queden ejemplares de esa población que vivía y se reproducía en las costas europeas y norteafricanas. Es más probable que esas observaciones se deban a ejemplares llegados desde la población asentada en el Atlántico noroccidental. De hecho, se ha podido constatar que una ballena observada en Noruega era una de las identificadas por sus marcas en la costa norteamericana. En la fotografía vista frontal de la cabeza de una Ballena Franca del Atlántico.
Se estima que al menos se cazaron 5.500 ejemplares de Ballena Franca del Atlántico entre los años 1634 y 1931 en la población occidental del Océano Atlántico. EEUU cazó unos 150 ejemplares de Ballena Franca del Atlántico entre los años 1900 y 1931, cuando la Convención de Ginebra para la Regulación de la Caza de Ballenas la protegió de la caza. En el año 1980 un equipo de investigación del Acuario de Nueva Inglaterra (en el extremo noreste de EEUU) descubrió 25 ballenas en la Bahía de Fundy. Ese mismo año comenzaron su identificación individual. En la actualidad ya suman 725 ejemplares los identificados, de los que siguen vivos menos de 500. En la fotografía una Ballena Franca del Atlántico.
En el año 2003 se estimó una población mínima de 342 individuos en base a individuos identificados en las costas de Norte América. En noviembre de 2017 se publicó el volumen 24 de Right Whale News, donde se explica que en el año 2017 nacieron 5 crías, cuando el promedio de los últimos 10 años ha sido de 20 crías anuales. La situación es muy preocupante, ya que, además, solo se reprodujo el 7% de las hembras que podrían haberlo hecho y ninguna de las que lo hizo fue primeriza. Sus dos principales amenazas son los choques con embarcaciones y el enredo en las artes de pesca. En la fotografía el soplo característico en forma de V de una Ballena Franca del Atlántico.
La población superviviente en el Atlántico Noroccidental ocupa en verano las aguas cercanas a Terranova, la Bahía de Fundy y el Banco de Boston, y en invierno se desplaza hacia el sur hasta alcanzar las costas de Florida, buscando aguas someras y tranquilas donde paren a sus crías y permanecen las primeras semanas tras el parto. Unos cuatro meses después inician su migración primaveral hacia el norte. Existe una gran fidelidad por las zonas de alumbramiento y se ha visto que las hembras, reconocibles por la forma característica de sus callosidades cefálicas, vuelven a las mismas zonas a parir a sus crías. Las hembras no gestantes se aparean en esas mismas zonas con los machos. Durante la época de apareamiento son frecuentes los saltos fuera del agua.
Las colisiones con buques y pequeñas embarcaciones son una grave amenaza para la Ballena Franca del Atlántico porque habita en áreas costeras de América del Norte donde es abundante el tráfico de buques de transporte marítimo, militar, así como de barcos pesqueros y de uso recreativo. Al alimentarse justo bajo la superficie del agua pasa muy desapercibida, lo que favorece los choques con el casco de las embarcaciones y sus hélices, como en el caso de esta fotografía, donde se aprecian los cortes de una hélice en una Ballena Franca del Atlántico.
El enredo en artes de pesca provoca heridas y muertes. Las ballenas muchas veces se libran del enredo con lesiones que pueden acabar por producir su muerte posterior. Cabe destacar que los aparejos de pesca enrollados alrededor de las aletas y la boca pueden ser arrastrados indefinidamente, a veces hasta que la ballena muere. La incidencia de enredos en la Ballena Franca del Atlántico es extremadamente alta y causa especial preocupación debido a la mortandad que provoca. Se han visto grandes cicatrices y heridas profundas que no llegan a cicatrizar. Además, estos enredos aumentan su estrés según los análisis de los niveles de hormonas, lo que afecta a su reproducción. En la fotografía aparejos de pesca enredados en una Ballena Franca del Atlántico.
La presencia de cicatrices en el pedúnculo caudal debidas a enredos en artes de pesca ha aumentado del 57% en el período entre los años 1959 y 1989 al 73% en 2004. El análisis de las fotografías ha revelado que algunos ejemplares sufren múltiples enredos con artes de pesca y que los jóvenes y los subadultos se enredan con mayor frecuencia que los adultos. El enganche grave, cuando el enredo puede envolver todo su cuerpo o afectar a la boca y causar heridas agudas, puede acabar causando la muerte. En la fotografía aparejos de pesca enredados en la aleta caudal de una Ballena Franca del Atlántico.
Además de las colisiones, la actividad de los barcos genera otros problemas. Las embarcaciones para la observación de ballenas provocan estrés fisiológico, desplazamientos fuera de su área habitual y cambios de comportamiento. El ruido antropogénico, incluido el de los buques, perjudica a las ballenas de múltiples maneras. Las explosiones y otras actividades que provocan ruido de alta intensidad causan problemas de audición temporales o incluso permanentes. El ruido de baja frecuencia producido por los buques enmascara los sonidos producidos por las ballenas y otros sonidos oceánicos normales. Se han documentado desplazamientos desde un área a otra para evitar el ruido antropogénico. Ejemplares de Ballena Franca del Atlántico en aguas del este de Canadá mostraron niveles elevados de metabolitos en muestras fecales que indicaban estrés crónico debido a la exposición al ruido de los barcos. Se sabe que las embarcaciones y la actividad sonora asociada a la búsqueda de petróleo y gas las exponen a niveles de ruido perjudiciales. En la fotografía una hembra de Ballena Franca del Atlántico con su cría.
En esta gráfica se aprecia la evolución de su población en 1990-2016. El 10 de diciembre de 2017, la noticia Endangered North Atlantic right whales are set to become extinct with just 100 breeding females remaining, officials warn, publicada en el periódico británico Daily mail, explicaba que quedaban unas 450 ballenas, incluyendo unas 100 hembras reproductoras, y que ese año 17 murieron en Nueva Inglaterra y Canadá. Su población ha ido disminuyendo desde el año 2010 hasta 2017, más en el caso de las hembras que en el de los machos. El 3 de noviembre de 2018 se celebrará el Right Whale Festival en la playa de Jacksonville, Florida (EEUU), con una pabellón de observación, una buena oportunidad de observar uno de los 465 ejemplares que quedan. A finales de febrero de 2018, entre otros, el periódico The Guardian dio la noticia "North Atlantic right whales may face extinction after no new births recorded", donde decían que durante la temporada de cría del invierno 2017-18 no se había detectado ninguna hembra con cría.


  




Phyllitis scolopendrium subsp. scolopendrium

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Phyllitis scolopendrium subsp. scolopendrium es común en barrancos, taludes, dolinas y bosques, siempre en enclaves sombríos y húmedos. En Sierra Sálvada es una especie más escaso que, por ejemplo, en el Macizo del Gorbeia. Tomé esta fotografía junto al arroyo de Lendoño, municipio de Orduña (Bizkaia) el 29 de marzo de 2018.

Stellaria holostea

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Stellaria holostea es muy común en setos, bordes de prados, claros de bosque, riberas y cunetas del País Vasco. Tomé esta fotografía junto a la pista hormigonada entre Zedelika y Lateta, municipio de Orduña (Bizkaia) el 29 de marzo de 2018.

Viola hirta

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Viola hirta es escasa en roquedos, pastos, bordes y claros de bosque, sobre sustratos básicos del País Vasco. Los autores del "Catálogo florístico de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa" la herborizaron en Orduña, 30TVN9562, 450 m. Se distingue de otras especies que se le parecen por carecer de estolones, ser hirsutas y tener flores sin olor y con sépalos de ápice obtuso. 
Sus sépalos de ápice obtuso la distinguen de otras especies de violetas. 
Son características sus hojas con limbo de unas 1,5 veces más largo que ancho. El resto de las especies con sépalos de ápice obtuso que viven en el País Vasco no tiene hojas tan alargadas.
A diferencia del resto de las especies del género que viven en el País Vasco, presenta numerosos pelos. Tomé esta fotografía en Garabieta, municipio de Orduña (Bizkaia) el 6 de abril de 2018.

Stachys arvensis

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Stachys arvensis es una planta ruderal escasa en la vertiente cantábrica del País Vasco, donde vive en suelos removidos y frescos: huertas, cunetas y cultivos. Los autores del "Catálogo florístico de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa" la herborizaron en Orduña, WN0060, 280 m. Tomé esta un 9 de abril.

Tórtola túrca

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La Tórtola túrca (Streptopelia decaocto) hasta comienzos del siglo XX no vivía en Europa. Es una especie asiática y del noreste de Äfrica que se ha expandido desde Turquía a través de toda Europa. La primera nidificación comprobada en España se produjo en Santander en el año 1974. En el año 1980 se estimó una población de unas 400 parejas en España. Cuando tenía 14 años, el 28 de febrero de 1984 las vi por primera vez y fui en un parque de Santurtzi (Bizkaia). Por entonces solo tenía una guía de aves y según el mapa de distribución de esta especie estaba ausente de la península Ibérica. En la actualidad es común en ciudades, pueblos, urbanizaciones y sus alrededores, anidando en árboles.

Galápago de Florida

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El Galápago de Florida (Trachemys scripta) es una especie originaria de Norteamérica, introducida en humedales y cursos fluviales de la península Ibérica debido a la liberación intencionada de individuos procedentes del comercio de mascotas. Se incluye entre las "100 de las especies exóticas invasoras más dañina". Se ha comprobado la formación de poblaciones asilvestradas reproductoras en Bizkaia y en otros numerosos puntos de la península Ibérica, donde llega a desplazar a los galápagos autóctonos. Como explicó Alfonso Balmori en "Utilidad de la legislación sobre especies invasoras para la conservación de las especies de galápagos ibéricos", durante varios decenios la subespecie más comercializada en Europa fue la de orejas rojas (T. s. elegans). La Unión Europea prohibió en 1997 su importación, por lo que aumentó la importación y comercio de la subespecie de orejas amarillas (T. s. scripta), que también ha formado poblaciones asilvestradas reproductoras. 
En agosto de 2013 se publicó el Real Decreto 630/2013 que regula el Catálogo Español Exóticas Invasoras, donde se incluye el Galápago de Florida. La inclusión de una especie (todas sus subespecies) en este catálogo conlleva la prohibición de su posesión, transporte, tráfico y comercio de ejemplares vivos o muertos, así como su introducción en el medio natural. En las fotografías, un Galápago de Florida de orejas amarillas (T. s. scripta).

Luzula campestris

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Luzula campestris es común en rasos de hayedo, prados y claros herbosos de bosques diversos. Tomé esta fotografía en un prado de Ripa, municipio de Orduña (Bizkaia) el 21 de abril de 2018.

Procesionaria del pino

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Un 30 de agosto fotografié esta puesta que la hembra de la Procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) coloca alrededor de una o varias acículas, cubierta por las escamas del abdomen de la hembra.
Por entonces, han nacido las larvas, ya que tardan poco más de un mes desde que las hembras realizan la puesta, en el mes de julio, principalmente. Las mariposas nacen durante el día e inician su actividad al atardecer. Su vida es de sólo uno o dos días, dedicadas a aparearse y realizar las puestas, sin llegar a alimentarse.
En esta fotografía, tomada también un 30 de agosto, se ve el tamaño de una larva de primer estadio. Es realmente muy pequeña.
Desde que nacen hasta que se entierran hacia el mes de marzo tienen un comportamiento gregario y viven agrupadas en sucesivos bolsones de seda, donde se reúnen durante el día y mantienen una temperatura que les permite sobrevivir durante su estadio de larva, en otoño e invierno. Por la noche salen de ellos y se alimentan de las acículas de las ramas más cercanas a cada bolsón.
En esta fotografía, tomada un 9 de septiembre, se observa el aspecto de las larvas en el segundo estadio. Aún no tienen pelos urticantes y son depredadas por aves insectívoras como el Carbonero común (Parus major) o el Herrerillo común (Cyanistes caeruleus), aves que nidifican en agujeros de árboles, cuyo asentamiento es favorecido mediante la colocación de cajas anidaderas que sustituyen a los agujeros naturales de los árboles, muchas veces escasos en las plantaciones forestales, en gran parte debido al tipo de gestión que se realiza, ya que en las claras se eliminan los pies con "defectos".
Un 26 de octubre fotografié a estas larvas de tercer estadio, cuando ya presentan pelos urticantes y dejan de ser consumidas por los pequeños pájaros insectívoros.
Un 7 de enero fotografié este bolsón construido en un pequeño pino de 2 años. En los pinos de estas edades la defoliación masiva que producen puede acabar por matar los árboles. En los árboles mayores produce una disminución del crecimiento, pero no su muerte, ya que no se comen las yemas.
Un 17 de marzo fotografié una de estas hileras de larvas que dan nombre a la especie. Bajan de los pinos en su quinto estadio y buscan un lugar apropiado en el que enterrarse. Bajo tierra tejen un capullo de seda en donde la crisálida realizará la metamorfosis. Las mariposas emergen cuatro meses más tarde, aunque también pueden hacerlo en años posteriores y permanecer enterradas en el suelo varios años.
Las procesiones finalizan cuando alcanzan un lugar adecuado donde enterrarse.

Cuco común

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El Cuco común (Cuculus canorus) es un ave estival en el País Vasco que inverna en la mitad sur de África. Se alimenta principalmente de orugas y consume las de quinto estadio de Procesionaria del pino, cuando presentan numerosos pelos urticantes y otras aves ya apenas las consumen. Los cucos llegan entre marzo y abril, justo en la época del año en la que se producen las procesiones de orugas en busca de un lugar adecuado donde enterrarse para realizar la metamorfososis. Pero no es esta su única rareza. Los cucos son nidoparásitos. La hembra pone un huevo en nidos de otras aves. El pollo del Cuco común al nacer tira del nido el resto de los huevos o pollos que se encuentren en el nido. De esta manera, el pollo del Cuco común recibe el conjunto del alimento que puedan aportar sus padres adoptivos. Cada hembra de Cuco común está especializada en parasitar a una especie de ave concreta y es capaz de generar huevos que se parecen mucho a los de la especie parasitada. De ello depende el éxito del engaño. Se sabe de más de 100 especies de pájaros que sufren la parasitación del Cuco común, entre los más frecuentes están el Acentor común (Prunella modularis) y el Petirrojo europeo (Erithacus rubecula).
Guardo en el recuerdo el que tal vez sea mi primer acercamiento al mundo de las aves. Era un día que pasaba de "dominguero" con mi familia y amigos, cuando desde el lugar donde pasábamos las horas oí el monótono e insistente canto de un Cuco común. Sentí una gran satisfacción cuando tras un lento y paciente acercamiento conseguí observarlo, aunque fuera fugazmente y justo cuando salía volando. Efectivamente, es muy difícil verlo mientras canta. En este vídeo se ve y oye a un macho cantando en una plantación de pino laricio (Pinus nigra subsp. laricio) del monte de San Pedro de Beraza, municipio de Orduña (Bizkaia), grabado hoy, el 24 de abril de 2018.

Cistícola buitrón

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El Cistícola buitrón (Cisticola juncidis) nidifica en algunos prados de fondo de valle en Orduña, Amurrio y Ayala. Es una especie mediterránea que se ha expandido hacia el norte de Europa durante el siglo XX, pero que sufre importantes mortandades en los inviernos más fríos. A finales de la década de 1950 inició su expansión por la franja costera cantábrica. Como explicó Aitor Galarza en su tesis doctoral "Distribución espacio-temporal de la avifauna en el País Vasco", el frío invierno de 1984-1985 exterminó la población asentada en el franja costera vasca, pero una década después había recuperado su población gracias a su gran capacidad de recolonización desde los humedales costeros y fluviales, que son sus zonas refugio durante los días más fríos del invierno.
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